Política
y deporte
Esperando el 14 de julio
Por María
Guillermina Volonté
Formo parte del 36% de argentinos, según
datos de una reciente encuesta, que se declaran “antifútbol” y que en distintas
redes sociales se reúnen para sobrellevar el mundial, existen páginas web al
respecto y hasta una revista virtual denominada “Sebreli”, en clara alusión al
sociólogo y crítico literario Juan José Sebreli, cuya opinión sobre el futbol
es conocida y que en su libro “La era del futbol” presenta
al más popular de los deportes como un instrumento utilizado por los
gobernantes para manipular a la población. Me identifico con Borges, con
Umberto Eco, con Alfredo Casero y sus picantes comentarios, y con tantas otras
personas que no comparten esa “pasión futbolera”. No por ello dejo de
respetarlos, aunque inclino mis "sentimientos
nacionales" a desear que Argentina esté ubicada en mejor lugar en cuanto a
su educación, confiabilidad, honestidad, etc. etc. Citando a Eco me
atrevo a compartir su pensamiento: “No me gusta el hincha porque tiene una
extraña característica: no entiende por qué tú no lo eres e insiste en hablar
contigo como si lo fueras”. Rescato un reportaje realizado a Borges en 1978,
previo al mundial, en el cual podemos leer:
“- Y
de este campeonato mundial que se va a jugar aquí, ¿qué opina?
- Y, espero estar bien lejos cuando se
juegue, va a ser como una peste, pero bueno, por suerte, pasará… Me dijeron que
Sábato está polemizando con los militares ahora. ¿Usted sabe algo?
- Sí, creo que ha asumido una actitud
valiente; acaba de denunciar los gastos excesivos que se están haciendo en la
preparación del mundial.
- Eso está
muy bien. Pero lo pueden meter preso los militares, o hacerlo desaparecer, una
denuncia así es peligrosa en este momento. Bueno, en este caso yo coincido con
Sábato. Está muy bien que él proteste contra esta calamidad. Sábato y yo quizá
podamos hacerlo, ya que gozamos de cierta impunidad… Si lo llega a ver dígale
que estoy de acuerdo con él.”
Cuando reaccioné ya era tarde, pero me
dije: NUNCA MÁS.
Y ahora me encuentro en la misma situación,
¡no lo puedo creer!, en realidad lo que no puedo creer es la poca memoria de
algunos y la inocencia de otros.
Hace
nomás dos meses hubo una plaza llena de gente reclamando por la inacción de las
autoridades frente a la mayor tragedia climática de la ciudad y esa misma plaza
hoy se llena nuevamente, pero frente a una inmensa pantalla, que los mismos que
no hicieron nada en aquel momento, ahora utilizan recursos públicos para
entretener a personas que inocentemente acuden, llevados por la llamada “pasión
argentina”.
Mientras, a pocas cuadras de allí, hay
niños que no pueden recibir la atención medica que necesitan, por falta de
insumos, de recursos y hasta de una adecuada calefacción.
Me rebela la situación… el dichoso mundial
se ha metido, sin pedir permiso, en mi casa, en mi televisor, en mi
computadora.
No soporto más las propagandas donde
cualquier producto que se quiere publicitar, desde un medicamento, lo que de
por si es una aberración ya que es tratado como un bien de consumo, hasta la
polenta de un minuto, me recuerdan que en pocos días se detendrá el país y que
ya nadie se preocupará porque no llega a fin de mes, o porque la corrupción nos
inunda cada vez más, como aquel día de abril, o porque hay escuelas que los
días de lluvia no pueden dar clases, ya que sus paredes están electrificadas y
sus techos no protegen ni a alumnos, ni a maestros.
Mi paciencia tiene un límite y cuando vi
que “mi” muro de Facebook se llenaba de amigos en celeste y blanco, cosa que no
había ocurrido en las verdaderas fechas patrias, y que todos se transformaban
en avezados comentaristas de futbol, antes, durante y después de los partidos,
me dije: ¡hasta aquí llegué!
Sin pensarlo demasiado les dejé una nota
que decía así: “Me voy a retirar a esperar que llegue el 14 de julio, no se
preocupen por mí, estoy muy bien, me dedicaré a leer y escribir, los quiero
igual y les mando un fuerte abrazo. Guillermina.”
Para pensar: