jueves, 30 de octubre de 2014

Ficciones: Aquel zapatero


Ficciones

Aquel zapatero

Por María Guillermina Volonté

    Cada vez que me hacen un reportaje para alguna revista o suplemento literario, cada vez que leo una crítica sobre mi último libro publicado, o que recibo alguna mención especial por mis relatos, recuerdo a mi padre. ¿Cómo lo recuerdo? Siempre inclinado sobre ese trípode de acero donde instalaba los zapatos y con un martillo clavaba y clavaba hasta dejarlo en perfecto estado, él lo llamaba “su burro salvador”. Todavía hoy me parece percibir el olor a cuero, mezclado con el de  pegamento que utilizaba para su tarea. Porque mi padre, Santiago, era el zapatero remendón del pueblo.

    Nunca lo vi con un libro entre sus manos, a diferencia de Mariana, mi madre, maestra en la Escuela No. 1, que se sabía casi de memoria los clásicos de la literatura americana de los últimos años.

    Por eso grande fue mi sorpresa cuando luego que papá murió, me entregó una caja de zapatos que contenía decenas de poesías escritas por ese callado zapatero, que supo volcar en versos sus sentimientos:

 

“Yo era un hombre solo, que hacía el camino de la ruta inquieta.

Yo era un hombre solo que el camino andaba, un poco indolente y un poco poeta”… (*)

 

    Para luego declararle su amor a esa Mariana a la que, así, supo conquistar.

    Lo recuerdo y siento vergüenza de mí mismo, ya que muchas veces lo tildé de “zapatero bruto”… ¿Cómo no haber descubierto debajo de ese, su aspecto, tanta sensibilidad?

 

    Miro a Raúl, mi hijo, que a sus 14 años aún no ha perfilado sus inclinaciones y me preguntó qué pensaría aquel zapatero de este joven que solo se interesa por su computadora o por los mensajes de su celular. Que me mira con indiferencia cuando trato de sugerirle que deje esos jueguitos electrónicos y lea a Cortázar o a García Márquez.

 

    Ayer, recibí de sus manos un sobre con una leyenda, “Para mi papá Felipe”, ese sobre contenía un texto escrito con su letra aún de niño y, como cuando recibí la caja de zapatos de mi padre, sentí nuevamente el mismo asombro, la misma sorpresa:

 

“Tengo el alma sutilizada de tristezas,

una dulce, ignorada, pensativa tristeza,

que me llega quién sabe de qué abuelo lejano”… (*)

 

y no pude leer más, una extraña y húmeda nube me lo impedía…

 

(*) Versos de Miguel Ángel Volonté

lunes, 27 de octubre de 2014

Sociedad: Adiós al Maestro


Sociedad

Adiós al Maestro

A propósito de la sanción del Código Civil de 1871

Por María Julieta Escayola

 

Motivados por la reciente sanción del nuevo Código Civil y comercial que nos regirá desde el 1 de enero de 2016, decidimos hacer un último homenaje a Dalmacio Vélez Sarsfield, autor indiscutido del Código que rige hasta nuestros días.

Las reflexiones que han surgido hasta el momento se han dedicado a la nueva ley, mirando hacia el porvenir y a la incertidumbre que siempre traen aparejados los cambios. De allí las voces a favor, en contra o eclécticas y todo tipo de diversidad de opiniones. Incluso hasta algunas desopilantes.

No analizaremos las reformas ni haremos una ponderación sobre el mismo. Para eso disponemos de un año para saberlo y nos ampara cierta prudencia para pronunciarnos en forma determinante, POR EL MOMENTO.

En este año, los ciudadanos deberán empaparse del mismo, ya que están alcanzados por el principio general del Derecho que nos explica que la ley se presume conocida por todos y que de alguna manera obliga a formarnos. Será el momento de demostrar que vamos camino a una democracia participativa en la que estamos informados, formados, comunicados y que no se trata sólo de mayorías que opinan vacuamente, sino de verdadero involucramiento y conciencia. Para el caso de los profesionales del Derecho, deberemos estudiar para asesorar y guiar, sin características mesiánicas ni altanerías sin sentido, y sin tener en cuenta visiones sesgadas y a las apuradas.  

Por lo expuesto, este no es un artículo que se refiera a la reforma (advertidos están si desean seguir leyendo), sino que coloca su mirada en la importancia que tuvo (y tiene, a pesar de muchos) Vélez para el Derecho.

Dalmacio Vélez Sarsfield nació el 8 de febrero de 1800 en el pueblo de Amboy, en Santa Rosa de Calamuchita, Córdoba, Argentina, y al cumplir 20 años obtuvo su título de bachiller en leyes de la Universidad Nacional de Córdoba.

De acuerdo a las costumbres de la época, necesitaba algunos cursos más para su doctorado, pero para ejercer la abogacía requería tres años de práctica en el estudio de un profesional matriculado. Así, cumplió dos en el bufete del Doctor Dámaso Gigena y obtuvo la dispensa del tercero. Viajó a Buenos Aires en 1823 y se instaló definitivamente.

Deseaba dedicarse a la política, pero recién pudo concretar sus aspiraciones después de la batalla de Caseros debido a la persecución anterior que había sufrido de Rosas. Fue diputado por  Buenos Aires, ministro de Gobierno de Alsina y Obligado, ministro de Hacienda del presidente Mitre y ministro del Interior del presidente Sarmiento, desde 1868 a 1871.

En su desempeño jurídico, en 1834 comenzó con importantes publicaciones y no se detuvo más. Durante la gestión de Mitre, empezó con ahínco a trabajar la redacción de un Código Civil  para la República Argentina.

Lo más destacado y relevante de su elaboración eran las parsimoniosas notas mediante las cuales citaba las fuentes y en ellas su fundamentación, tanto para discrepar o para coincidir. No tenía colaboradores, sino amanuenses que pasaban en limpio sus borradores, como su propia hija Aurelia. En Floresta, donde se recluyó para la realización del trabajo, fue amontonando los borradores con enmendaduras, entrelíneas e intercalaciones contenidas en tirillas de papel que se cosían al margen. Los copistas sacaron ese ejemplar en limpio que fue pasado al Gobierno para su impresión y luego destruido.

En 1865 terminó el libro primero del proyecto de código y luego de cuatro años y seis meses de arduo trabajo quedó completada su obra en 1867.

El presidente Sarmiento envió un mensaje al Congreso propiciando la ley que pusiera en vigencia el proyecto de Código Civil, que aconsejaba dar inmediata sanción “confiando su reforma a la acción sucesiva de las leyes, que serían dictadas a medida que la experiencia determine su necesidad”.

Recibido el mencionado mensaje, la cámara de Diputados aprobó el proyecto el 22 de setiembre de 1869, y con ella, quedó fijada la fecha para que entrara en vigencia para el 1 de enero de 1871.

Esta media sanción pasó a Senadores que la aprobó el 25 de setiembre de 1869 y finalmente quedó convertida en la ley 340. Sarmiento la promulgó el 29 de setiembre de 1869.

Eran tiempos en que el país necesitaba ser poblada y legislada a la brevedad, de ahí la justificación que fuera sancionado el código a libro cerrado (ahora se nos fue la mano y tenemos infinidad de leyes que no aplicamos).

Desde su sanción, el Código Civil tuvo innumerables modificaciones, desde la ley de fe de erratas de 1882, la de matrimonio civil  de 1888, la de derechos civiles de la mujer de 1926, la modificatoria del régimen de filiación y patria potestad en 1984 y la de divorcio en 1987. Su más importante modificación, considerada una reforma parcial, fue la conocida 17711 de 1968 en manos del jurisconsulto Guillermo A. Borda.

La reforma integral del Código Civil, tratándose de su antigüedad, no ha sido un tema reciente. Los proyectos más importantes datan de 1936, con el Anteproyecto Bibiloni, el proyecto de 1936, el anteproyecto de 1954 y el proyecto de unificación del Código Civil y comercial que contó con innumerables pensadores y que comenzó mucho antes del año 2014.

Volviendo al Código de Vélez, el jurista tomó, como fuentes del Código, el Derecho Romano, el Derecho Civil francés, el Derecho Canónico y sobre todo el Esbozo de Freitas.

La impronta del Derecho Romano (y con ellos nos inscribimos definitivamente en el sistema continental, aquel que se diferencia claramente del sistema anglosajón) llegó de la mano del romanista alemán Federico Carlos de Savigny con su obra fundamental Sistema de Derecho Romano actual. El Derecho Canónico fue otra de sus inspiraciones, definido como el conjunto de reglas que rigen a la Iglesia Católica; y el Derecho civil francés se tradujo en el Código de Napoleón, cuyos comentaristas habían sido Aubry y Rau.

El Esbozo de Freitas merece párrafo aparte. Augusto Teixeira de Freitas fue un jurista nacido en Bahía, Brasil, en 1816 y murió en 1883 en Niterói, Brasil. Freitas ejerció una importante influencia para el Derecho Civil latinoamericano. Su Consolidação das leis civil había emprendido la titánica tarea de recopilar ordenadamente las diferentes leyes en vigor. A principios de 1859 se le encomendó la redacción de un proyecto de Código Civil y allí se transformó en el Esbozo y que despertó la admiración de Vélez Sarsfield al que acudió frecuentemente.

Más allá de las modificaciones que debían realizarse a medida que pasaba el tiempo y por una necesidad de progreso de las leyes, la obra de Vélez Sarsfield se trató de una verdadera construcción arquitectónica, una obra de ingeniería que no hacía agua por ningún lado. La coherencia en los cuatro libros hoy en día se trasluce como impresionante y digna de estudio, a pesar de haberse transformado en una reliquia histórica. Pero como toda reliquia, es necesaria que no pase al olvido, ni se desdibuje, ni se tergiverse por cuestiones políticas partidarias e intereses personales que nada tienen que ver con la brillante mente del jurisconsulto que pergeñó semejante empresa y que llevó a cabo con ahínco.

Los principios introducidos por Vélez merecen un análisis aparte. Sólo diremos que los medios de comunicación, en su afán por receptar positivamente la nueva ley, han afirmado que el antiguo Código era muy estricto y muy vinculado a la religión. ERROR. Se trató de un Código de avanzada y con agudas reflexiones. La situación era al revés, el Código se apartaba tanto de la religión como del pensamiento imperante del propio pueblo, muy ligado a una tradición católica.

Dalmacio Vélez Sarsfield falleció el 30 de marzo de 1875 en Buenos Aires. Pero la trascendencia lo alcanzó con el Código Civil que transmitió enseñanzas durante mucho más de un siglo y que aún hoy sirve de guía y ordenador.

Por todo lo expuesto, va este adiós al Maestro y que ahora pase a la inmortalidad de los iluminados.

jueves, 23 de octubre de 2014

Ficciones: En la soledad del monte


Ficciones

En la soledad del monte

Por María Guillermina Volonté

Relato inspirado en “Romance de la pena negra”, de Federico García Lorca

 

    Las primeras y tímidas luces del día comenzaron a filtrarse a través de la vegetación del monte, destejiendo el maravilloso manto luminoso que habían formado las estrellas en el cielo y que lo acompañó durante las largas horas de su vigilia.

    Había decidido pasar esa noche meditando sobre su realidad y su irrealidad personal. Recostado sobre la húmeda gramilla dejó transcurrir el tiempo, sin llegar a clarificar sus angustias.

    De pronto la vio. Caminaba lentamente, apesadumbrada, con la vista baja, rumiando su pena.

-        ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí en esta soledad del monte?

    Ella sorprendida levantó bruscamente la cabeza y cambió la expresión de su rostro por otra de orgullo, reflejando el malestar que le producía la inesperada interrupción de ese joven indolentemente tendido en el suelo, que osaba despabilarla de sus cavilaciones.

-        Me llamo Soledad.

-        ¿Soledad? ¿Sólo Soledad?

-        Sólo Soledad, como la soledad del monte, como la soledad de mi corazón, como la soledad de mi vida.

    “Como mi soledad”, pensó él, pero no se lo dijo…

    Había quedado extasiado frente a la belleza morena de Soledad, frente a esa cobriza piel, frente a esos ojos renegridos, hoy velados por una honda pena y una tristeza que él adivinaba como una pena de amor no correspondido, de amor traicionado, de amor abandonado.

    Y así era. Soledad, al borde de las lágrimas le confiesa que su vida ya no tiene sentido, que desearía terminar con ella, que la amargura la invade, que no podrá nunca encontrar un remanso donde acallar esa pasión que la invade y la consume.

    Y él comprende en ese momento que las penas se pueden compartir, que el sufrimiento y el desamparo no son sentimientos exclusivos ni de él, ni de ella, esa Soledad del monte…

    Que la negrura de la noche se está disipando para mostrarles la bendición de una naturaleza que indefectiblemente les permitirá dejar sus corazones en paz…

lunes, 20 de octubre de 2014

Política: Hitos


Política

Hitos

Por Fernando Volonté

    Cuando aún falta un año para las elecciones generales convocadas para el domingo 25 de octubre de 2015, para elegir a un nuevo presidente que regirá los destinos de la Argentina por el período 2015/2019, y mientras las encuestas muestran resultados favorables a uno u otro candidato, según sea el frente político que las haya encargado, entre quienes detentan el poder y los que tienen aspiraciones de llegar a reemplazarlos,  se producen ríspidos y hasta a veces absurdos enfrentamientos verbales, como llegar a afirmar que si ganan los que se oponen al gobierno van a anular todas las medidas que son beneficiosas para la población. A su vez los aspirantes a gobernar denuncian a los funcionarios actuales, que con esas expresiones lo único que pretenden es meter miedo a los electores que tendrán que definir el futuro del país.

    Todo ello nos hizo pensar que las medidas, leyes o decisiones que han sido beneficiosas para la población a través de años y años,  pasan a formar parte del patrimonio real de una nación, podríamos así llegar a afirmar que son como normas “inderogables”.

    Permítasenos definirlos como hitos fundacionales del estado nacional, cada uno acorde con el momento histórico en que se sancionó.

    Así podemos mencionar a dos leyes que ya tienen 130 años desde su sanción. Una, la Ley 1.420 que se aprobó en julio de 1884, que dotaba a la educación de tres características: laica, gratuita y obligatoria; fue un elemento utilísimo en la lucha contra el analfabetismo, no excluyendo la religión mayoritaria en la escuela oficial, ya que la misma podía enseñarse fuera de los horarios de clase en los mismos establecimientos, y permitió que los niños que concurrían a las escuelas del Estado no fueran discriminados por motivos confesionales. La otra ley fue la destinada a la creación del Registro Civil, en 1884, para que asentar nacimientos, bodas y muertes no fuera exclusiva tarea de la Iglesia.

 
    Estos son solamente dos ejemplos que hemos tomado del Siglo XIX, pero nuestra historia argentina es muy rica en muchos otros hitos, que siguen siendo el basamento de nuestra identidad nacional. Seamos conscientes que las medidas que benefician al pueblo nadie las podrá anular, quedando siempre como posibilidad la de ampliarlas o de perfeccionarlas según el momento histórico de que se trate.     

viernes, 17 de octubre de 2014

Ficciones: Silencio azul


Ficciones

SILENCIO AZUL

Por María Julieta Escayola

 

 

 

Publicado en el libro Las once miradas, Edición de las autoras, Mendoza, 2013, ISBN 978-987-9441-73-2

 

Los invitamos a leer más cuentos de esta antología compartida con las autoras mendocinas Graciela Marina Cremaschi, Mirta Porro, María Ester Correa, Carmen Minucci, Élida Vila, Mabel Acevedo, Patricia Santoni, Ángela Escobar, Lelia Núñez y Marian Romero Day.

 

Fue un orgullo estar con ellas en dicha publicación

 

     Lágrima cristalina. Casi imperceptible.

     Sensación apremiante. Allí. Tendido sobre el sofá.

     Uno de sus brazos caídos. Sometidos a la gravedad.

     El desasosiego en el ambiente.

     Se desparrama el aire enviciado de soledad. Sobre la habitación enmudecida.

     Ella no va a volver.

     El ruido sordo del disparo es lo único que se escucha.

     En esa noche.

     Silencio azul.

martes, 14 de octubre de 2014

Alimentos: La quinoa


Alimentos

La quinoa

Por Fernando Volonté

   ¿Alimento del pasado? ¿Alimento del futuro? Escasamente tenida en cuenta hace muy pocos años atrás, hoy la quinoa podemos decir que ha sido redescubierta, incluso en nuestro país, y señalada por el secretario general de la ONU como un alimento decisivo en la lucha contra el hambre en el mundo. Veamos de qué se trata.

    La quinoa o quinua ([(]Chenopodium quinoa), es un pseudocereal perteneciente a la familia de las amarantáceas. Es un cultivo que se produce en los Andes de Bolivia, Perú, Argentina, Chile, Colombia y Ecuador, así como en Estados Unidos. Sin duda, los mayores productores son Perú y Bolivia, ]siendo Bolivia el primer productor mundial.

    La quinoa se cultiva en los Andes bolivianos, peruanos, ecuatorianos, chilenos y colombianos desde hace unos 5000 años. Al igual que la papa, fue uno de los principales alimentos de los pueblos andinos preincaicos e incaicos. Se piensa que en el pasado también se empleó para usos cosméticos en la zona del altiplano peruano-boliviano-argentino.

 

    La quinoa es una planta alimenticia de desarrollo anual, dicotiledónea que normalmente alcanza una altura de 1 a 3 m. Las hojas son anchas y polimorfas (con diferentes formas en la misma planta); el tallo central comprende hojas lobuladas y quebradizas y puede tener ramas, dependiendo de la variedad o densidad del sembrado; las flores son pequeñas y carecen de pétalos. Son hermafroditas y generalmente se autofecundan. El fruto es seco y mide aproximadamente 2 mm de diámetro (de 250 a 500 semillas/g), rodeado por el cáliz, que es del mismo color que la planta. Está considerado un grano sagrado por los pueblos originarios de los Andes, debido a sus exclusivas características nutricionales.

 

    Posee los ocho aminoácidos esenciales para el ser humano, lo que la convierte en un alimento muy completo y de fácil digestión. Tradicionalmente, los granos de quinua se tuestan y con ellos se produce harina. También pueden ser cocidos, añadidos a las sopas, usados como cereales o pastas e incluso se fermentan para obtener cerveza o chicha, bebida tradicional de los Andes. Cuando se cuecen adoptan un sabor similar a la nuez.

    La quinoa molida se puede utilizar para la elaboración de distintos tipos de panes, tanto tradicionales como industriales, ya que permite mejorar características de la masa, haciéndolo más resistente, lo cual favorece una buena absorción de agua. Esto se incrementa si se utiliza una mezcla de quinoa y amaranto morado (o alegría). Se efectuaron estudios comparativos de panes, en uno de los cuales se utilizaba una mezcla de quinua y amaranto, y en otro maíz y amapola; y en dicha evaluación se observaron diferencias en la absorción de agua.

    La harina de quinoa se produce y comercializa en Bolivia, Perú y, en menor cantidad, en Colombia. En dichos países, sustituye muchas veces a la harina de trigo y enriquece así sus derivados de panes, tortas y galletas. Desde el año 2007 se está desarrollando su cultivo y consumo en el norte de Argentina y el norte de Chile, y el 20 de febrero de 2013 la ONU declaró el Año Internacional de la Quinua.

    Uno de sus platos típicos de la zona del Cusco es el pesqué o peské, que se prepara con leche, quinoa y queso y se puede combinar con huevo frito e incluso con un trozo de churrasco de carne; también se utiliza cada vez más para relleno de empanadas.

    Un problema para la masificación de la producción de quinoa es que posee una toxina denominada saponina que le otorga un sabor amargo característico. Esta toxina suele eliminarse a través de métodos mecánicos (pelado) y lavando las semillas en abundante agua.

    En nuestro país también se está redescubriendo este grano. Pese a ser un cultivo originario, forma parte del Código Alimentario Argentino desde el último mes. El interés que suscita en términos productivos es más bien incipiente. Entre los pocos grupos académicos que se han interesado, se destaca el que lidera la Dra. Sara Maldonado en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA. Al respecto podemos leer una nota completa en:
 

sábado, 11 de octubre de 2014

Ficciones: La plaza


Ficciones

LA PLAZA

 

Por María Julieta Escayola

La plaza de Alvear a la siesta queda adormilada por un murmullo de hojas. Deslizadas al ras del suelo. Es el sur, pero sigue siendo desierto. El niño de piel oscura y ojos curiosos juega despreocupado. Su cara ríe junto a un amigo. Más tarde se suman otros. Asoma una pizca de líder. Una manera entre vehemente y altanera. Cierto rencor que le domina las tripas por el juguete que perdió. No importa. Él lo va a recuperar pronto.

En un rapto de quietud, se queda mirando. La plaza. Está bonita. Qué lindo ir por ahí. ¿Todos los lugares tienen plaza? ¿Podría adornarse más? Es cálida. La plaza. Es contenedora.

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El joven la mira. La dejó atrás por unos años, junto con su pueblo. Pero ahora que la vuelve a ver, le sigue pareciendo bonita. Aquella que convoca, que saluda, que alberga al hombre que camina. Al taciturno. Al que necesita un poco de tranquilidad. A los grupos. A las reuniones. Le cuenta cosas a la plaza. Intimidades. Ya me recibí, ¿viste?  Vi muchas, en el Este, pero como vos, ninguna. Ahora me voy a la principal, a tu compañera, la quiero dejar linda, quiero que sea la más linda de todas.

Se va y llega acá. La mira, como sólo él las sabe mirar. Es más grande que la natal. Ve su fuente. El escudo. Recuerda entonces, que era por esto que quería volver. Anhelaba el paso cansino de sus vecinos. Quiere embellecerla. Tejerle un camino lleno de caminantes a su costado. Con mesas de cafecitos para que la honren. Con canteros. ¡Y una pérgola! ¡Qué bonita quedaría! Y al otro costado, una avenida de aquellas… Una peatonal al servicio de la plaza más bonita que ha visto.

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Hoy está preocupado. Piensa. ¿Por qué me atacan? ¡Cobardes! ¡Den la cara, carajo! Es verdad lo que yo digo. No se puede caminar por las calles. Necesito que estén limpias. Los manteles no quedan bien. ¡La contaminación, mierda! ¿No se entiende lo que digo? Esta es una ciudad en flor. Tiene que ser el emblema. El emblema.

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     Es joven pero ha quedado solo. De vuelta del funeral, el trabajo será a partir de ahora algo para aferrarse. Mis hijos comprenderán. El pucho. Mi compañero fiel. En momentos de desazón del alma, de emociones descontroladas, está bueno pensar en todo lo que hay que seguir haciendo. La Alameda. La plaza fundacional quedó espléndida. Voy por el Parque. Dueño absoluto del reloj de sol. De una Nave como extraterrestre. Una Nave Cultural. Tengo que dejar todo en orden. Hay que seguir haciendo. Ella me reclama.

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     La oficina está vacía. Se va de allí porque necesita respirar. Mañana volverá más firme. Se sienta en un banco del Barrio Cívico. Contempla el Palacio de Justicia a su costado. Enfrente, la Casa de Gobierno. Estuve cerquita. Los árboles. ¡Qué lindos! ¡Árboles en el desierto! Ellos hicieron alguna vez una hazaña. ¿Por qué yo no, algo más pequeño? Sonríe. Está solo. Le duele. Los recuerdos le vuelven, le fluyen, le brotan. La ciudad. Qué ingrata fue algunas veces. Pero cuántas satisfacciones por otro lado. Qué contradictoria, la vida. ¡Tiene tanto por hacer! Pero poco tiempo. Quedó linda la San Martín. Y ni que contar la Arístides. Y en el otro lado, el persa. ¿Está todo bien?

     Entrecierra los ojos, el sol pega alto. El sol de la siesta. El de la plaza. El de la plaza. ¿De acá, o de allá? No se acuerda. Tan sólo por un segundo, pero pasa. ¡Sí, ahora sí! Sabe con seguridad. La plaza de la ciudad maravillosa. 

     El Intendente está cansado, pero no es la hora aún. Cuántos recuerdos. De viejas peleas. De nuevos enfrentamientos. Esta vez con su cuerpo. Que sigue siendo joven, pero no sirve de nada. Y su esposa, su mujer, ¿dónde está? ¿Por qué no está con él? Se fue pronto. Tan joven. ¡Puta madre! La soledad lo acucia de a ratos. Pero no se lo puede permitir. La ciudad. Cierto, la ciudad. Sí, ella me espera, así como mi mujer. La plaza. Un legado más. Un último esfuerzo. Vamos por ahí. A seguir luchando, nomás.

……………………………………………………………………………

Y un día el Viti se fue a embellecer otra plaza, allá, en el cielo. Ahora no vuelve.

     Es hora del descanso. Lo único triste es que la ciudad se quedó huérfana.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Poesías: Mueca


Poesías

Mueca

 

recortado,
entre las cuatro paredes
del papel fotográfico
el gesto,
imperceptible de
la pueblerina paciencia

                                         Julia Volonté

domingo, 5 de octubre de 2014

Cine: Último tango en París: Himno al duelo


Cine

EL MONTAJISTA

Ensayos y reflexiones sobre cine

Último tango en París

 

Himno al duelo

Por María Julieta Escayola

Ficha técnica:

Título: Last tango in Paris. Dirección: Bernardo Bertolucci. Producción: Alberto Grimaldi. Guión: Bernardo Bertolucci- Franco Arcalli. Música: Gato Barbieri. Fotografía: Vittorio Storaro. Protagonistas: Marlon Brando- María Schneider- Jean Pierre Léaud- Massimo Girotti- María Michi- Catherine Allegret. Italia- Francia, 1972.-

 

Es escaso lo que podamos decir sobre este film que ya no se haya dicho, ni debatido, polemizado, chismoseado, criticado, analizado o visto entre líneas. Por lo que fuera, esta película merece ser desmenuzada una vez más porque ha pasado a la inmortalidad.

La obra magistral de Bernardo Bertolucci despliega con todas sus alas un relato sentido, vívido, poético, tristón, nostálgico y tremendamente depresivo a la vez que bello en imágenes y sensualidad.

Esta es la historia de un duelo. ¿Cómo se reacciona ante la muerte trágica de un ser querido? De muchas formas y maneras. Hay una en particular: COMO SE PUEDE. Seguramente aquí debería haber una explicación más racional y psicológica del tránsito más penoso que se pueda experimentar en la vida, pero no disponemos de ella y traslucimos sólo lo irracional y animal.

Eso es lo que le pasa al personaje de Paul (Marlon Brando). En estas circunstancias conocerá de manera azarosa a Jeanne (María Schneider) y le “servirá” como catarsis de sus más oscuros sentimientos y pensamientos.

El relato nos habla del choque romántico entre dos seres necesitados de cariño y que no encuentran otra manera de hacerlo sino a través de visitas sexuales esporádicas en un viejo departamento en alquiler, en donde el mundo queda excluido para beneplácito de ambos y experimentan algo de satisfacción en medio de tanta angustia. Ella también, aunque no lo parezca. Su novio no calma sus inquietudes de niña camino a adulta y su vida transcurre entre demasiados recuerdos de un padre con el que todavía está procesando su propio duelo. Los dos entonces, transitan ese camino insoportable hacia la liberación que no llega.  

Estos seres arrojados al mundo, plenamente existencialistas, dotados de una sensibilidad que no se entiende, con el alma en la mano y el espíritu destrozado, se prodigan mimos al punto de enamorarse. Ninguno sabe el nombre del otro, y sin embargo se han apegado hasta la locura, la que se verá reflejada hacia el final.

La película es famosa por su escena tan polémica de la manteca. ¡Qué lástima que pasó al estrellato esta insignificante parte de la trama, cuando hay elementos representativos mucho más importantes que ese!  El sentimiento de soledad absoluta, la incomprensión de un mundo que obliga a comenzar de nuevo, una y otra vez, el duelo mal llevado, la tristeza infinita.

No sabemos aún si la mejor interpretación de Marlon Brando (1924- 2004) es la de Apocalypse now (Francis Ford Coppola, EEUU, 1979), la de El Padrino (Francis Ford Coppola, EEUU, 1972) o ésta. En todas es simplemente perfecta. Genial. No hay fisura alguna y el Paul de Brando es un hombre desilusionado y al que nada le encuentra sentido. Demasiado ya le ha pasado para que se pueda seguir adelante. Es sobrecogedora la escena del monólogo, quizás uno de los mejores monólogos de la historia del cine, y sobrecogedora también toda su actuación desde que se ha prendido la cámara hasta que se ha apagado. Pareciera incluso que Bertolucci se inspiró en su propia persona para perfilar a Paul, puesto que es un hombre que ya está cansado, ha tenido una infancia difícil, ha sido boxeador, actor, luchador, se ha retirado a Tahití y luego ha ido a parar a París en donde siente que vale nada. Por otra parte, se ha convertido en un hombre cruel: no tiene la más remota idea del daño que puede provocar mientras está experimentando su dolor, sobre todo hacia esa niña- mujer que acaba de conocer y que puede calar hondo en su interior.

María Schneider (1952- 2011) se ve joven, bien vestida y por momentos en escenas bien actuadas. Coloca su cuerpo y de alguna manera su alma. Es una película bien misógina en el sentido de mostrar al personaje femenino en desnudos totales mientras que en el masculino sólo se logra ver de lejos una cola a medias. Tal vez algunos dirán que es más bello el cuerpo femenino y eso hace a la belleza, blah, blah, blah. No nos convence el argumento. Esta ha sido una visión cosificada. De todas maneras le sirve al film absolutamente, puesto que la finalidad es mostrar la visión de Paul, que en esos momentos ve a los seres humanos como cosas.

La dirección de arte es impecable, con las imágenes más lindas de un París elegante pero ajeno y lejano al ciudadano. Ni que hablar de la fotografía y las composiciones, que, cual cuadro minuciosamente pintado, elaboran un panorama melancólico y bucólico al mismo tiempo.

La música merece una importante mención. El argentino Leandro “Gato” Barbieri (Rosario, 1932)  pasó a la historia con esta composición que merece tenerse en los mp3 o cualquier reproductor para ser escuchada una y otra vez. Su jazz es ese que arranca el corazón cuando uno escucha su saxo, el que nos recuerda a Coltrane o Sanders, pero también el que enfila hacia el futuro con fusiones del jazz típicamente negro (a lo bien New Orleans y que nos gusta tanto) y el jazz sudamericano. Para hurgar un poco más sobre este artista del carajo no tienen más que ir a youtube y encontrarse con este link, entre otros:
 
     Bernardo Bertolucci es un dotado en su toma y en lograr una atmósfera expresiva. Nació en Parma, Italia, el 16 de marzo de 1941. Estudiando en la Universidad de Roma se fue perfilando como poeta, al tiempo que filmaba cortos en 16 mm. con su hermano. Su primera incursión en el cine profesional fue de la mano del director Pier Paolo Passolini (1922- 1975) en el film Accatone (Italia, 1961), una decisiva influencia a la hora de filmar. Un año después se lanzaría solo en La commare secca. Los personajes de Bertolucci son complejos, reflexivos, taciturnos y solitarios, con presiones exógenas que los impulsan a ser más encriptados aún. El manejo de la profundidad de campo y de composición de la imagen es digno de mención.   

Por todo, la película es redondita. No hay en ella atisbos de error. Merece ser catalogada entre los himnos del cine. En este caso, un himno al duelo. Aquel que desgarra, mutila y aplasta. No sin antes permitirse un último deseo. Un último baile en la ciudad de las luces acompañado de ese impulso que nos da el eros, y que no es otra cosa que la vida misma.

 

jueves, 2 de octubre de 2014

Ficciones: La lección de tango


Ficciones

La lección de tango

Por Nilda Di Battista

 

    Caminaron hasta el centro de la pista. Enfrentados, el extendió su brazo derecho que abrazó la cintura, en un gesto casi femenino. Este gesto y el largo cabello engominado atado con una cinta en la nuca, eran los únicos detalles que atenuaban la firmeza de su estampa viril. Ella colocó su mano izquierda, apenas en un suave contacto en el hombro de él, contacto que a  través de la danza se iría acentuando para convertirse en apoyo y abrazo.

    Negra era la vestimenta de él, y también el color elegido para el vestido de su compañera que se engalanaba por la cintura, colmada de lentejuelas, y que se prolongaban en los finos breteles cruzados en la espalda, remarcando aún más la tersura de la piel.

    La mano derecha del varón bajó hasta encontrar un hueco en su cintura, donde era capaz de ejercer la presión suficiente para dirigir la danza. Las manos libres se encontraron en el aire, completando la figura inicial, elegante y estática, sus rostros vueltos en sentidos opuestos, como cara y ceca de las monedas.

    Los primeros acordes de la música los alertó, parecían dos rivales al comenzar una lucha, ninguna emoción se reflejaba en sus rostros serios y concentrados.

    Al primer avance del varón, correspondió un retroceso de la mujer, que con elegancia y soltura realizó ochos cruzados, sin vacilaciones, increíblemente segura sobre los zapatos altos de finos tacos…

    La danza continuó mientras la letra del tango hablaba de milonguitas engañadas, francesas soñando con volver a París y del  eterno sufrimiento de las madres derramando lágrimas por sus hijos.

    Ningún gesto revelaba los sentimientos de los bailarines: eternamente lejanos, parecía que  nada podía conectarlos, encerrados cada uno en sus propios misterios…

    El varón de pronto marcó el gesto para dar lugar a la improvisación de la mujer… plantada con firmeza, ésta pareció despertar de un letargo: sus giros, tirabuzones y puntas tenían una gravedad y un apasionamiento visceral, mientras la falda, cómoda y sedosa marcaba debajo de la tela el sugestivo movimiento de sus piernas, resaltadas por la negritud del color…

 

    Al finalizar sus giros, su mirada se centró en el rostro de su compañero, y con un gesto de altivez, se entregó nuevamente a  la marcación que éste señalaba.

    A partir de allí un cambio en la atmósfera, acalló las voces tenues del salón, que pareció transformarse, para contemplar atónitos el rumbo del tango: se sumergieron en idas y vueltas, figuras planteadas y resueltas, ambos bailarines en una perfecta unión que ya no requería de acuerdos o marcaciones.

    Era la conjunción perfecta y armoniosa, que se reflejaba en sus rostros, en las gotas de sudor que aparecieron, humedeciendo sus frentes, en la respiración rápida y ligera que acompañaba su esfuerzo, en el brillo radiante de sus ojos, en las mejillas encendidas que ahora se unían en la emoción, en sus cuerpos que se acercaban buscando una expresión sublime del baile…

    El compás final los encontró atónitos e inmóviles: él con una arrogancia similar a la de un torero en plena lidia, con su mirada altiva y lejana, a ella con una rodilla flexionada, casi en postura de plegaria, mientras la otra pierna se extendía gloriosa rozando el suelo, como en una entrega final a su compañero, con su rostro hacia el cielo

    …Se deshizo el abrazo y por un instante se miraron como reconociéndose, luego de un sueño  o un asombro.

    Ella se sentó y comenzó a cambiar sus zapatos por unas zapatillas multicolores, él se aferró a la botella de agua para calmar la sed, cada uno en sus pensamientos…

    La bailarina dijo quedamente: es tarde, me voy, hasta la próxima… Y bajó por las escaleras… él, todavía sediento y sereno, tomó otro trago de agua y se despidió.

    La lección de tango había terminado sobre los zapatos de altos tacos, y así continuaron por largos momentos, en avances y retrocesos, armando y completando complejas figuras que se ejecutaban rozando apenas el suelo.

    El varón ordenaba, sojuzgaba y dirigía el baile… a lo lejos, la melodía del tango hablaba de milonguitas prostituidas, de francesitas engañadas que lloraban a París, de hombres solitarios ante la pérdida de un amor y de la dedicación y cariño de las madres sufrientes.