Relatos
de viajes
En la Ciudad de Santos y Cantos
Por María
Guillermina Volonté
“Yo nací en
Ávila, la vieja ciudad de las murallas y creo que el silencio y el recogimiento
casi místico de esta ciudad, se me metieron en
el alma nada más nacer”
Miguel Delibes
“La sombra
del ciprés es alargada”
Extractado de mi blog “Arrastrando
las valijas”, en el cual se pueden leer distintas experiencias y vivencias de
los viajes que he realizado. La dirección del blog es: www.mariaguillerminavolonte.blogspot.com.ar
El miércoles 30 de mayo de 2007 llegamos en auto a Ávila desde Madrid, que está a unos 115
km de distancia. Ávila es una ciudad totalmente amurallada que es llamada también Ávila de los
Caballeros o Ciudad de Santos y Cantos, ya que es la cuna de Santa Teresa de
Jesús y de San Juan de la Cruz. Pertenece a la comunidad autónoma de Castilla y
León y es la capital de la provincia homónima, siendo una de las ciudades más
altas de España, a 1.131 m. sobre el nivel del mar, en virtud de lo cual en su
casco urbano son relativamente frecuentes las nevadas durante el invierno. Limita al
norte con la Provincia de Valladolid, al sur con Toledo, al este con Segovia y
la Comunidad de Madrid y al oeste con Salamanca.
Antes de entrar en la propia ciudad hicimos
una parada en un mirador, extramuros, es decir fuera de la muralla, cerca del
Río Adaja, llamado El Humilladero o el Crucero de los 4 Postes, donde hay un
monumento dedicado a Santa Teresa de Jesús. Sobre un promontorio se alzan
cuatro columnas dóricas con una cruz central:
Este monumento está relacionado con la
Santa pues desde ese lugar ella se despidió de Ávila, cuando con su hermano,
ambos pequeños, decidieron irse de la ciudad para “salvar a los pecadores”,
adentrándose en tierras de los moros y “enojados” con la sociedad de Ávila.
Cuenta la leyenda que Teresa sacudió el polvo de su calzado para no llevarse ni
un granito de tierra de su ciudad. Desde allí se observa la mejor vista
panorámica de Ávila:
Luego bordeamos caminando la muralla
medieval que es de estilo románico, y entramos en la propia ciudad, por una de
sus nueve puertas, la Puerta de San Vicente, una belleza antigua perfectamente
conservada:
Las ocho puertas restantes son: la Puerta
del Alcázar, del Peso de la Harina, del Mariscal, del Carmen, del Puente, de la
Malaventura, de la Santa y del Rastro.
En su
interior cuenta con gran número de Iglesias, palacios góticos, templos,
conventos y una catedral fortificada:
Para conocer Ávila hay que caminar y
caminar, su parte histórica es pequeña, rodeada de la muralla, sus calles son
pintorescas y está plagada de restaurantes y mesones:
Como toda ciudad española cuenta con su
Plaza Mayor y su Ayuntamiento en ella:
Almorzamos en una taberna donde degustamos
por vez primera el famoso “cocido madrileño”, muy parecido a nuestro puchero…
parecido, no igual…
Compramos algunos recuerdos, sobre todo
relacionados con Santa Teresa, como por ejemplo tarjetas, con algunas de sus
frases famosas: “Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero, que muero porque
no muero”. Conocimos su convento:
De Ávila también era San Juan de la Cruz,
que fue un religioso y poeta místico del renacimiento español, fue el
reformador de la Orden de las Carmelitas y co-fundador, con Santa Teresa de
Jesús de las Carmelitas Descalzas. Desde 1952 es el patrono de los poetas en
lengua española. De él encontramos también su impronta en los muros y calles de
Ávila, donde se reproducen sus cánticos espirituales: “Mil gracias derramando, paso por estos sotos con presura. Y yéndolos
mirando, con solo su figura vestidos los dejo de su hermosura":
Nos sorprendió gratamente cuando nos
contaron que un escritor argentino que se enamoró de Ávila y se quedó a vivir
en ella: Enrique Larreta, autor de “La Gloria de Don Ramiro”, fue homenajeado poniéndole
su nombre a una de las calles de la ciudad.
Cuando decidimos emprender el regreso nos
despedimos mentalmente de este Patrimonio de la Humanidad que nos maravilló por
su arquitectura y su excelente conservación a pesar de que su construcción data
del siglo XI.
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