martes, 23 de septiembre de 2014

Ficciones: El destello


Ficciones

El destello

Por Nilda Di Battista

    Todo comenzó con  esa fiebre  tan alta que la  mantuvo  en cama durante un montón de días.

    Fiebre inexplicable ya que era una persona muy sana, y no recordaba ningún episodio similar, salvo una gripe a los 17 años, pero nunca ocurrió de  sentirse tan enferma como esta vez.

    Se sumió en un mundo algodonoso del cual salía solamente para tomar líquidos  que nunca eran suficientes, y en intentar alguna ducha fresca que la aliviara…

    La mayor parte de las horas permanecía sin saber ni la hora, ni el día en que estaba, consumida por ese estado febril que ocupaba toda su conciencia.

    A veces oía  voces lejanas, ¿que pertenecían a seres queridos?

    Pocos días después apareció una cefalea que la inmovilizó por completo y alarmó a sus hijos… no había medicamento que la calmara, ni posición ni nada que evitara ese trajinar de golpeos, trépanos y relámpagos que invadían su cráneo, proyectándose en llamaradas al resto del cuerpo… Montañas de escalofríos la invadían y  acalambraban sus miembros, sensibles a tanto dolor… Luego llegaron las arcadas que le impedían retener ni tomar líquidos, por lo que el médico de cabecera consideró adecuada una internación, ya que el diagnóstico mudó de la posible gripe a una encefalitis con compromiso sensorial y así fue que ingresó en terapia intensiva.                                                                                               

    Gracias a los cuidados recibidos a los pocos días comenzó a mejorar, y fue capaz de escuchar a los profesionales que le explicaron que el proceso viral perduraría durante unos meses, por lo que los cuidados serían extremos.

    Fue entonces cuando comenzaron los otros fenómenos: cada persona  que veía, estaba acompañada de un destello de colorida luz que la envolvía y permanecía a su alrededor, como una niebla espesa…

    Pero lo más intrigante fue lo que comenzó a pasar cuando se estaba recuperando… pensó primero que era por debilidad, o por sus días en cama, pero luego se intensificó y tomó conciencia de que veía a las personas, a todas, sin excepción, rodeadas de un halo de color que variaba en cada una de ellas…

    Por supuesto que no comentó  a nadie este fenómeno, en parte porque preocuparía a su familia, y por otra parte, esperanzada en que estos síntomas desaparecieran.

    Prestando atención a los colores, se dio cuenta que cada uno de ellos definía el carácter de cada una de las personas; por ejemplo, el verde se instalaba para los envidiosos, el marrón en casos de depresivos, los rojos rodeaban a los pasionales, los violetas a los justos, el amarillo a los desesperados, el azul a los que sentían un gran amor por ella, el rosa a los inocentes y el gris a los malvados.

    Con el tiempo se fue acostumbrando a sus nuevas sensaciones, tanto que no recordaba cómo era antes de la fiebre… Pero, inesperadamente, en días sucesivos, vio como  en  dos pacientes de terapia disminuía la intensidad de su color. Esta pérdida  de color comenzaba lentamente y se intensificaba día a día, hasta llegar al blanco puro.

     Luego un destello radiante de luz blanca anunciaba su muerte.

    Recibió el alta aunque perduraban los síntomas que tanto la alteraban, pero le habían asegurado que el cerebro  se repondría en poco tiempo.

    Las semanas pasaban lentamente sin cambios evidentes… 

    Fue poco después cuando se dio cuenta que las personas comenzaban a perder el color, muy suave, paulatinamente.

    Intentó varias veces hablar y demostrar sus dudas, pero era todo tan   disparatado que quedaba en silencio, día tras día, y nunca pudo decirle a nadie la trama que gobernaba los colores y lo que había visto durante su internación.

    A veces estos cambios la confundían, en otras ocasiones le parecía que eran claros mensajes, pero de todos modos se sentía invadida por las dudas…

    El horror llegó cuando su hijo le informó que se iría unos días en viaje de estudios y lo haría en avión con su familia, lamentablemente al mismo tiempo en que los colores empalidecían más y más anunciando  ¿qué? ¿Su mejoría? ¿Una premonición?  ¿Algo similar a lo que vio en terapia? ¿Otra tragedia?

    Fueron días insoportables, densos, perturbadores, anunciantes de algo terrible e inevitable ante sus ojos.

    El día del regreso, una fuerte tormenta azotaba la ciudad.

    Escuchó por TV que el vuelo donde viajaba su hijo era declarado en emergencia… y la invadió la desesperación… tomó su cartera, se colocó un abrigo y sin pensarlo sacó el auto, dirigiéndose al aeropuerto con la intención de recabar más datos del vuelo…

    Pensó en lo que no hizo: tendría que haber hablado sobre sus percepciones, haber hecho algo, aunque pensaran que había enloquecido.

    La lluvia volvía casi nula la visión…

    Miró por el espejo lateral para pasar otro auto y, con asombro, vio con nitidez su rostro, libre de todo color.

    Al levantar la vista, alcanzó a ver las luces de un camión en sentido contrario  amenazantes, cercanas…

    Entonces supo de su verdad, que todo era real, que no había equivocación, que era ella la predestinada… Pero un inmenso destello cortó su razonar y, luego se hundió para siempre en la obscuridad…

    Los titulares de los diarios del día siguiente se referían al temporal informando de las consecuencias del mismo: un avión declarado en emergencia había aterrizado sin problemas y como consecuencia de la intensa lluvia y la escasa visibilidad, hubo un choque frontal entre un auto y un camión, sin sobrevivientes…

No hay comentarios:

Publicar un comentario