Ficciones
El destello
Por Nilda
Di Battista
Todo comenzó con esa fiebre tan alta que la mantuvo
en cama durante un montón de días.
Fiebre inexplicable ya que era
una persona muy sana, y no recordaba ningún episodio similar, salvo una gripe a
los 17 años, pero nunca ocurrió de
sentirse tan enferma como esta vez.
Se sumió en un mundo
algodonoso del cual salía solamente para tomar líquidos que nunca eran suficientes, y en intentar
alguna ducha fresca que la aliviara…
La mayor parte de las horas
permanecía sin saber ni la hora, ni el día en que estaba, consumida por ese
estado febril que ocupaba toda su conciencia.
A veces oía voces lejanas, ¿que pertenecían a seres
queridos?
Pocos días después apareció
una cefalea que la inmovilizó por completo y alarmó a sus hijos… no había
medicamento que la calmara, ni posición ni nada que evitara ese trajinar de golpeos,
trépanos y relámpagos que invadían su cráneo, proyectándose en llamaradas al
resto del cuerpo… Montañas de escalofríos la invadían y acalambraban sus miembros, sensibles a tanto
dolor… Luego llegaron las arcadas que le impedían retener ni tomar líquidos, por
lo que el médico de cabecera consideró adecuada una internación, ya que el
diagnóstico mudó de la posible gripe a una encefalitis con compromiso sensorial
y así fue que ingresó en terapia intensiva.
Gracias a los cuidados
recibidos a los pocos días comenzó a mejorar, y fue capaz de escuchar a los
profesionales que le explicaron que el proceso viral perduraría durante unos
meses, por lo que los cuidados serían extremos.
Fue entonces cuando comenzaron
los otros fenómenos: cada persona que
veía, estaba acompañada de un destello de colorida luz que la envolvía y
permanecía a su alrededor, como una niebla espesa…
Pero lo más intrigante fue lo
que comenzó a pasar cuando se estaba recuperando… pensó primero que era por
debilidad, o por sus días en cama, pero luego se intensificó y tomó conciencia
de que veía a las personas, a todas, sin excepción, rodeadas de un halo de
color que variaba en cada una de ellas…
Por supuesto que no
comentó a nadie este fenómeno, en parte
porque preocuparía a su familia, y por otra parte, esperanzada en que estos
síntomas desaparecieran.
Prestando atención a los
colores, se dio cuenta que cada uno de ellos definía el carácter de cada una de
las personas; por ejemplo, el verde se instalaba para los envidiosos, el marrón
en casos de depresivos, los rojos rodeaban a los pasionales, los violetas a los
justos, el amarillo a los desesperados, el azul a los que sentían un gran amor
por ella, el rosa a los inocentes y el gris a los malvados.
Con el tiempo se fue
acostumbrando a sus nuevas sensaciones, tanto que no recordaba cómo era antes
de la fiebre… Pero, inesperadamente, en días sucesivos, vio como en dos
pacientes de terapia disminuía la intensidad de su color. Esta pérdida de color comenzaba lentamente y se
intensificaba día a día, hasta llegar al blanco puro.
Luego un destello radiante de luz blanca
anunciaba su muerte.
Recibió el alta aunque
perduraban los síntomas que tanto la alteraban, pero le habían asegurado que el
cerebro se repondría en poco tiempo.
Las semanas pasaban lentamente
sin cambios evidentes…
Fue poco después cuando se dio
cuenta que las personas comenzaban a perder el color, muy suave, paulatinamente.
Intentó varias veces hablar y
demostrar sus dudas, pero era todo tan
disparatado que quedaba en silencio, día tras día, y nunca pudo decirle
a nadie la trama que gobernaba los colores y lo que había visto durante su
internación.
A veces estos cambios la
confundían, en otras ocasiones le parecía que eran claros mensajes, pero de
todos modos se sentía invadida por las dudas…
El horror llegó cuando su hijo
le informó que se iría unos días en viaje de estudios y lo haría en avión con
su familia, lamentablemente al mismo tiempo en que los colores empalidecían más
y más anunciando ¿qué? ¿Su mejoría? ¿Una
premonición? ¿Algo similar a lo que vio
en terapia? ¿Otra tragedia?
Fueron días insoportables, densos,
perturbadores, anunciantes de algo terrible e inevitable ante sus ojos.
El día del regreso, una fuerte
tormenta azotaba la ciudad.
Escuchó por TV que el vuelo donde viajaba su hijo era declarado en
emergencia… y la invadió la desesperación… tomó su cartera, se colocó un abrigo
y sin pensarlo sacó el auto, dirigiéndose al aeropuerto con la intención de
recabar más datos del vuelo…
Pensó en lo que no hizo: tendría que haber hablado sobre sus
percepciones, haber hecho algo, aunque pensaran que había enloquecido.
La lluvia volvía casi nula la
visión…
Miró por el espejo lateral
para pasar otro auto y, con asombro, vio con nitidez su rostro, libre de todo
color.
Al levantar la vista, alcanzó
a ver las luces de un camión en sentido contrario amenazantes, cercanas…
Entonces supo de su verdad, que
todo era real, que no había equivocación, que era ella la predestinada… Pero un
inmenso destello cortó su razonar y, luego se hundió para siempre en la
obscuridad…
Los titulares de los diarios
del día siguiente se referían al temporal informando de las consecuencias del
mismo: un avión declarado en emergencia había aterrizado sin problemas y como
consecuencia de la intensa lluvia y la escasa visibilidad, hubo un choque
frontal entre un auto y un camión, sin sobrevivientes…
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