jueves, 26 de marzo de 2015

Ficciones: El cumpleaños


Ficciones

El cumpleaños

Por Nilda Di Battista

    Se despertó con la luz que entraba por la persiana entreabierta… “como todas las mañanas” pensó y era evidente que ningún pedido de lo contrario surtiría efecto… Retiró las mantas y la luz se encendió en su mente… era su cumpleaños, y, según lo planeado, EL ÚLTIMO… ¿Sería capaz de realizar los planes tantas veces  pensados?

    Al pasar delante del espejo camino al baño, miró su imagen  reflejada: a pesar de los años que tenía, su silueta era más que aceptable: el gimnasio y la vida sana mantenían los músculos activos y la figura erguida…

    Tomó una larga ducha y se dirigió al placard para elegir la ropa… ¿Tenía que ser algo especial? No, decidió que no debía llamar la atención en ningún detalle…

    Eligió ropa de buen corte, la camisa impecable, los zapatos adecuados y se sintió conforme con el resultado… Su cabello aun con pocas canas acentuaba la viveza de sus ojos claros… último toque: un golpe de perfume, sutil, desvaído, como si fuera su propio olor…

    En el comedor estaba su hijo de visita, delante de una gran taza de café con leche y comiendo tostadas con manteca y dulce en cantidades más que suficientes para su dieta… sabía que terminaría siendo un obeso.

    ¡Pobre hijo mío! La genética no lo había beneficiado: el carácter débil y sumiso de la madre y el espíritu soñador del padre no resultó ser una buena conjunción… terminaría sus días como simple oficinista, sin pena ni gloria…

    Lo que sí era más que posible, es que a partir de mañana surgiera  la idea de volver a la casa paterna, quizá para paliar la soledad, pero sí seguramente para dejar de pagar el alquiler.

    ¡Después de todo el departamento paterno era tan grande!!!!

    No había saludos ni regalos de cumpleaños: un detalle más que aumentaría la culpa, cuando nada de lo dicho y hecho tendría vuelta atrás.

    El café estaba frío y hervido:”como todas las mañanas” pensó.

    Se aseguró que en su cartera estuvieran los papeles que necesitaría y se despidió con  besos escasos y lejanos.

    Antes de subir al auto, se aseguró que en el baúl estuvieran las cosas necesarias, lo mismo que los papeles en la guantera… Comenzó a manejar sin prisa…

    Rememoró el comienzo de los planes, mucho tiempo atrás… todo se inició cuando en una jugada de fin de año resultó premiado el billete comprado para los empleados; la cantidad era alta y se inició en una modalidad de inversiones que aumentaron  fuerte y progresivamente su capital… 

    No informó a nadie de estas operaciones sintiendo de algún modo que tenía entre manos un recurso que le daba seguridad aunque todavía no sabía cómo emplearlo… fue su carta de triunfo.

    El jefe del estudio donde trabajaba le aconsejó sobre otras inversiones y así vio crecer a través de los años sus propiedades y su cuenta bancaria: ahora había llegado el momento de actuar.

    El día transcurrió casi sin sobresaltos; puso todo su interés en resolver las actividades sobre las que tenía responsabilidad: nadie debía notar nada extraño es su conducta.

    El almuerzo de trabajo con sus compañeros acortó la tarde: había previsto una cena con algunos de ellos a la salida de la oficina, lo que le daba una buena excusa para no llegar temprano a su casa.

    En varios momentos se sintió fuera de las conversaciones habituales y de las bromas que surgían de una amistad de años dentro del grupo, pero las disimuló con habilidad: culparía a la emoción del festejo y al vino…

    Se despidieron con abrazos y besos: el momento compartido había  reforzado los lazos que unían al grupo y afianzó los sentimientos…

    Caminó lentamente hasta el estacionamiento y salió a la calle con cierta lentitud: no podía apresurar la marcha: ideas contradictorias  cruzaban por su mente; sabía que su resistencia era limitada y no quería entrar en dudas: se vio contemplando las calles, las vidrieras ya oscuras, los pocos peatones que, alejados por la hora y el viento que se había levantado caminaban apresurados.

    Era la última vez que veía lo tan cotidiano; dolorosas espículas de recuerdos le atravesaban la garganta y ponían temblor en sus manos.

    Al llegar al bajo, dobló para la Costanera y sintió que un llanto manso y tibio caía sobre su rostro, pero ya no habría vuelta atrás…

    Estacionó en una zona alejada, oscura y vacía: lentamente colocó todas las escrituras y papeles de acciones sobre el asiento, en lugar visible, y sobre los papeles, la alianza… alguien daría aviso a la policía al encontrar el auto abandonado y además sabía que en su casa había un duplicado de las llaves…

    Se desnudó lentamente hasta que sólo quedó su cuerpo despojado de todo pasado… tomó sus ropas y una a una las fue tirando al río… era como si tirara los despojos de su persona… sólo quedaba una pequeña bolsa en el asiento… de allí sacó un jean, una remera y un par de zapatillas deportivas… se vistió rápidamente, cerró el auto y tiró también las llaves al río…

    Corrió unos cien metros con desesperación, faltándole el aire, y corriendo todavía, tomó un pequeño sendero oculto por la maleza… podía escuchar el río golpeando en cada subida… el viento le tiraba su cabello en su cara y sólo era consciente de su corazón que latía tan fuerte que ocultaba los sonidos de la noche… casi sin ver y confiando en recordar el camino tantas veces ensayado, siguió de ese modo, jadeando, hasta ver en la distancia las luces de posición salvadoras de un auto que esperaba divisar…

    Abrió la puerta delantera del auto y se dejó caer sobre el asiento, queriendo recuperar su control… escuchaba entrecortadas las palabras dichas por esa voz que desde hace años era su refugio y su esperanza, desde aquella reunión de trabajo donde compartieron las primeras palabras… “cariño, que preocupación… te retrasaste… todo en orden… los fondos girados a los bancos del exterior… sin problemas… los nuevos pasaportes en regla… las valijas listas… sólo falta un cambio de color del cabello y en cinco horas volamos… mañana seremos dos ciudadanos más de luna de miel en Italia, y luego la finca perdida entre valles… nunca más separarnos…” a pesar de conocer todos los detalles, se tranquilizó de escuchar todo esto nuevamente, pero esta vez realizados……………… sintió el abrazo protector y querido… “y por supuesto, feliz cumpleaños…”

    A lo lejos, tímidamente las campanas marcaron las doce en punto…

    Su cumpleaños había quedado atrás…

 

PD: ¿Puede usted decir el sexo de la persona del relato????   

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