Ficciones
El cumpleaños
Por Nilda
Di Battista
Se despertó con la luz que
entraba por la persiana entreabierta… “como todas las mañanas” pensó y era
evidente que ningún pedido de lo contrario surtiría efecto… Retiró las mantas y
la luz se encendió en su mente… era su cumpleaños, y, según lo planeado, EL ÚLTIMO…
¿Sería capaz de realizar los planes tantas veces pensados?
Al pasar delante del espejo
camino al baño, miró su imagen
reflejada: a pesar de los años que tenía, su silueta era más que aceptable:
el gimnasio y la vida sana mantenían los músculos activos y la figura erguida…
Tomó una larga ducha y se dirigió
al placard para elegir la ropa… ¿Tenía que ser algo especial? No, decidió que
no debía llamar la atención en ningún detalle…
Eligió ropa de buen corte, la
camisa impecable, los zapatos adecuados y se sintió conforme con el resultado… Su
cabello aun con pocas canas acentuaba la viveza de sus ojos claros… último
toque: un golpe de perfume, sutil, desvaído, como si fuera su propio olor…
En el comedor estaba su hijo
de visita, delante de una gran taza de café con leche y comiendo tostadas con
manteca y dulce en cantidades más que suficientes para su dieta… sabía que
terminaría siendo un obeso.
¡Pobre hijo mío! La genética
no lo había beneficiado: el carácter débil y sumiso de la madre y el espíritu
soñador del padre no resultó ser una buena conjunción… terminaría sus días como
simple oficinista, sin pena ni gloria…
Lo que sí era más que posible,
es que a partir de mañana surgiera la
idea de volver a la casa paterna, quizá para paliar la soledad, pero sí
seguramente para dejar de pagar el alquiler.
¡Después de todo el
departamento paterno era tan grande!!!!
No había saludos ni regalos de
cumpleaños: un detalle más que aumentaría la culpa, cuando nada de lo dicho y
hecho tendría vuelta atrás.
El café estaba frío y hervido:”como
todas las mañanas” pensó.
Se aseguró que en su cartera
estuvieran los papeles que necesitaría y se despidió con besos escasos y lejanos.
Antes de subir al auto, se aseguró
que en el baúl estuvieran las cosas necesarias, lo mismo que los papeles en la
guantera… Comenzó a manejar sin prisa…
Rememoró el comienzo de los
planes, mucho tiempo atrás… todo se inició cuando en una jugada de fin de año
resultó premiado el billete comprado para los empleados; la cantidad era alta y
se inició en una modalidad de inversiones que aumentaron fuerte y progresivamente su capital…
No informó a nadie de estas
operaciones sintiendo de algún modo que tenía entre manos un recurso que le
daba seguridad aunque todavía no sabía cómo emplearlo… fue su carta de triunfo.
El jefe del estudio donde
trabajaba le aconsejó sobre otras inversiones y así vio crecer a través de los
años sus propiedades y su cuenta bancaria: ahora había llegado el momento de
actuar.
El día transcurrió casi sin sobresaltos;
puso todo su interés en resolver las actividades sobre las que tenía responsabilidad:
nadie debía notar nada extraño es su conducta.
El almuerzo de trabajo con sus
compañeros acortó la tarde: había previsto una cena con algunos de ellos a la
salida de la oficina, lo que le daba una buena excusa para no llegar temprano a
su casa.
En varios momentos se sintió
fuera de las conversaciones habituales y de las bromas que surgían de una
amistad de años dentro del grupo, pero las disimuló con habilidad: culparía a
la emoción del festejo y al vino…
Se despidieron con abrazos y
besos: el momento compartido había
reforzado los lazos que unían al grupo y afianzó los sentimientos…
Caminó lentamente hasta el
estacionamiento y salió a la calle con cierta lentitud: no podía apresurar la
marcha: ideas contradictorias cruzaban por su mente; sabía que su resistencia era limitada y no
quería entrar en dudas: se vio contemplando las calles, las vidrieras ya
oscuras, los pocos peatones que, alejados por la hora y el viento que se había
levantado caminaban apresurados.
Era la última vez que veía lo
tan cotidiano; dolorosas espículas de recuerdos le atravesaban la garganta y
ponían temblor en sus manos.
Al llegar al bajo, dobló para
la Costanera y sintió que un llanto manso y tibio caía sobre su rostro, pero ya
no habría vuelta atrás…
Estacionó en una zona alejada,
oscura y vacía: lentamente colocó todas las escrituras y papeles de acciones
sobre el asiento, en lugar visible, y sobre los papeles, la alianza… alguien
daría aviso a la policía al encontrar el auto abandonado y además sabía que en
su casa había un duplicado de las llaves…
Se desnudó lentamente hasta
que sólo quedó su cuerpo despojado de todo pasado… tomó sus ropas y una a una
las fue tirando al río… era como si tirara los despojos de su persona… sólo
quedaba una pequeña bolsa en el asiento… de allí sacó un jean, una remera y un
par de zapatillas deportivas… se vistió rápidamente, cerró el auto y tiró
también las llaves al río…
Corrió unos cien metros con
desesperación, faltándole el aire, y corriendo todavía, tomó un pequeño sendero
oculto por la maleza… podía escuchar el río golpeando en cada subida… el viento
le tiraba su cabello en su cara y sólo era consciente de su corazón que latía
tan fuerte que ocultaba los sonidos de la noche… casi sin ver y confiando en
recordar el camino tantas veces ensayado, siguió de ese modo, jadeando, hasta
ver en la distancia las luces de posición salvadoras de un auto que esperaba
divisar…
Abrió la puerta delantera del
auto y se dejó caer sobre el asiento, queriendo recuperar su control… escuchaba
entrecortadas las palabras dichas por esa voz que desde hace años era su
refugio y su esperanza, desde aquella reunión de trabajo donde compartieron las
primeras palabras… “cariño, que preocupación… te retrasaste… todo en orden… los
fondos girados a los bancos del exterior… sin problemas… los nuevos pasaportes
en regla… las valijas listas… sólo falta un cambio de color del cabello y en
cinco horas volamos… mañana seremos dos ciudadanos más de luna de miel en
Italia, y luego la finca perdida entre valles… nunca más separarnos…” a pesar
de conocer todos los detalles, se tranquilizó de escuchar todo esto nuevamente,
pero esta vez realizados……………… sintió el abrazo protector y querido… “y por
supuesto, feliz cumpleaños…”
A lo lejos, tímidamente las
campanas marcaron las doce en punto…
Su cumpleaños había quedado
atrás…
PD: ¿Puede usted decir el sexo de la persona del relato????
No hay comentarios:
Publicar un comentario