viernes, 6 de junio de 2014

Realidades y relatos: Alicia



  Realidades y relatos
Alicia 
Por María Guillermina Volonté
 
    Hace muy pocos días se cumplió un año de la tragedia climática más grande que vivió la ciudad de La Plata. Cuando bajaron las aguas dejaron al descubierto mentiras, desidia, negligencia, impericia y pérdidas irreparables, pero también aparecieron miles de historias cuyos protagonistas fueron desgranando en nuestros oídos. Muchas de ellas matizaron lo real con lo fantástico, lo mágico, lo que no tiene explicación, solamente entendible en las mentes y en el corazón de quienes las vivieron. Esta es la historia de mi amiga Alicia:

A pesar de que esa tarde, desde muy temprano, había comenzado a llover en forma continua, Alicia se reunió con su amiga para tomar el té en una coqueta confitería de la zona.

    Desoyendo las advertencias de su hijo que le recomendaba quedarse en su casa, Alicia enfrentó el inestable clima. Con sus 79 recién cumplidos seguía siendo la misma inquieta y aventurera de su juventud.

    Así estaban, muy entretenidas conversando, cuando el mozo les avisa que cerrarían la confitería debido a la tormenta que con insistencia se cernía sobre la ciudad.

    Recién al salir tomaron conciencia de lo avanzado de la hora, de la oscuridad reinante y de la intensa lluvia que caía sin parar.

    Se despidieron y mientras que su amiga cruzaba la plaza para dirigirse a su casa, Alicia lo hizo en dirección contraria.

    Ni bien dobló la esquina notó que el agua le llegaba a los talones, apuró el paso con la mirada fija en el suelo, que poco a poco iba perdiéndose debajo del río en el que se convertía la calle.

    Veía con dificultad, las luces estaban apagadas, el frío del agua le adormecía los pies, notaba que el nivel del mismo cada vez crecía más y más, estaba por la mitad de sus piernas. Le costaba avanzar ya que la fuerza de la corriente, en dirección contraria a la que llevaba Alicia, se lo impedía, el ruido que producía ese río cada vez más caudaloso la ensordecía.

    De repente y ante su desesperación, notó que llegaba a su cintura… y seguía cubriéndola y empujándola en sentido opuesto.

    Se aferró a lo primero que apareció ante sus aterrados ojos y comenzó a pedir auxilio.

    Ya no sentía frío, ni el dolor de sus nudillos lastimados por el esfuerzo que debía hacer para no soltarse y ser arrastrada por la corriente.

    Invocó a Dios y cuando sus fuerzas flaqueaban sintió que dos pares de fuertes brazos la aferraban; a cada lado de su agotado cuerpo los vio: altos, muy altos, pelo bien corto, vestidos totalmente de negro.

    Sin pronunciar una sola palabra la levantaron en vilo y la depositaron en la entrada de un edificio cercano, donde personas solidarias la recibieron y cubrieron con mantas y toallas.

    -¡Qué Dios los bendiga!- atinó a decirles, pero al girar la cabeza ellos ya no estaban allí, solo la negrura de la noche, y el correntoso y ruidoso río…

    Más tarde, más tranquila, seca y calentita, saboreando una sopa que alguien le acercó, dominando el temblor de todo su cuerpo, pudo articular algunas palabras:

    -¿Qué hubiera sido de mi sin la aparición de esos dos jóvenes que me ayudaron y me trajeron hasta aquí? ¡Ellos me rescataron de una muerte segura!

    Quienes la escuchaban se miraron extrañados.

    -No vimos ningún joven con Ud.

    -Ud. llegó sola a la puerta del edificio que, con dificultad, pudimos abrir para que entrara.

    Inútiles fueron los intentos de esa noche y de los días siguientes por encontrar a sus salvadores, a esos dos ángeles silenciosos que la rescataron de las garras de aquel río que corría desaforado por las calles de la ciudad.

    Nadie sabía sobre ellos…

    Nadie los vio esa noche…
    Solo ella, Alicia…

1 comentario:

  1. Emocionante e indignante a la vez porque la tragedia pudo haberse evitado.
    Bello relato ! Bellísimo!!

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