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Realidades y relatos
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Alicia
Por María Guillermina Volonté
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Hace muy pocos días se cumplió
un año de la tragedia climática más grande que vivió la ciudad de La Plata.
Cuando bajaron las aguas dejaron al descubierto mentiras, desidia,
negligencia, impericia y pérdidas irreparables, pero también aparecieron
miles de historias cuyos protagonistas fueron desgranando en nuestros oídos.
Muchas de ellas matizaron lo real con lo fantástico, lo mágico, lo que no
tiene explicación, solamente entendible en las mentes y en el corazón de
quienes las vivieron. Esta es la historia de mi amiga Alicia:
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A pesar de que esa
tarde, desde muy temprano, había comenzado a llover en forma continua, Alicia
se reunió con su amiga para tomar el té en una coqueta confitería de la zona.
Desoyendo las advertencias de su hijo que
le recomendaba quedarse en su casa, Alicia enfrentó el inestable clima. Con sus
79 recién cumplidos seguía siendo la misma inquieta y aventurera de su
juventud.
Así estaban, muy entretenidas conversando,
cuando el mozo les avisa que cerrarían la confitería debido a la tormenta que
con insistencia se cernía sobre la ciudad.
Recién al salir tomaron conciencia de lo
avanzado de la hora, de la oscuridad reinante y de la intensa lluvia que caía
sin parar.
Se despidieron y mientras que su amiga
cruzaba la plaza para dirigirse a su casa, Alicia lo hizo en dirección
contraria.
Ni bien dobló la esquina notó que el agua
le llegaba a los talones, apuró el paso con la mirada fija en el suelo, que
poco a poco iba perdiéndose debajo del río en el que se convertía la calle.
Veía con dificultad, las luces estaban
apagadas, el frío del agua le adormecía los pies, notaba que el nivel del mismo
cada vez crecía más y más, estaba por la mitad de sus piernas. Le costaba
avanzar ya que la fuerza de la corriente, en dirección contraria a la que
llevaba Alicia, se lo impedía, el ruido que producía ese río cada vez más
caudaloso la ensordecía.
De repente y ante su desesperación, notó
que llegaba a su cintura… y seguía cubriéndola y empujándola en sentido
opuesto.
Se aferró a lo primero que apareció ante
sus aterrados ojos y comenzó a pedir auxilio.
Ya no sentía frío, ni el dolor de sus
nudillos lastimados por el esfuerzo que debía hacer para no soltarse y ser
arrastrada por la corriente.
Invocó a Dios y cuando sus fuerzas
flaqueaban sintió que dos pares de fuertes brazos la aferraban; a cada lado de
su agotado cuerpo los vio: altos, muy altos, pelo bien corto, vestidos
totalmente de negro.
Sin pronunciar una sola palabra la
levantaron en vilo y la depositaron en la entrada de un edificio cercano, donde
personas solidarias la recibieron y cubrieron con mantas y toallas.
-¡Qué Dios los bendiga!- atinó a decirles,
pero al girar la cabeza ellos ya no estaban allí, solo la negrura de la noche,
y el correntoso y ruidoso río…
Más tarde, más tranquila, seca y calentita,
saboreando una sopa que alguien le acercó, dominando el temblor de todo su
cuerpo, pudo articular algunas palabras:
-¿Qué hubiera sido de mi sin la aparición
de esos dos jóvenes que me ayudaron y me trajeron hasta aquí? ¡Ellos me
rescataron de una muerte segura!
Quienes la escuchaban se miraron
extrañados.
-No vimos ningún joven con Ud.
-Ud. llegó sola a la puerta del edificio
que, con dificultad, pudimos abrir para que entrara.
Inútiles fueron los intentos de esa noche y
de los días siguientes por encontrar a sus salvadores, a esos dos ángeles
silenciosos que la rescataron de las garras de aquel río que corría desaforado
por las calles de la ciudad.
Nadie sabía sobre ellos…
Solo ella, Alicia…
Emocionante e indignante a la vez porque la tragedia pudo haberse evitado.
ResponderEliminarBello relato ! Bellísimo!!