Cine
EL MONTAJISTA
Ensayos y reflexiones
sobre cine
Último tango en París
Himno al duelo
Por María
Julieta Escayola
Ficha
técnica:
Título: Last tango in Paris. Dirección: Bernardo Bertolucci. Producción: Alberto Grimaldi. Guión: Bernardo Bertolucci- Franco
Arcalli. Música: Gato Barbieri. Fotografía: Vittorio Storaro. Protagonistas: Marlon Brando- María
Schneider- Jean Pierre Léaud- Massimo Girotti- María Michi- Catherine Allegret. Italia- Francia, 1972.-
Es escaso lo que podamos decir sobre
este film que ya no se haya dicho, ni debatido, polemizado, chismoseado,
criticado, analizado o visto entre líneas. Por lo que fuera, esta película
merece ser desmenuzada una vez más porque ha pasado a la inmortalidad.
La obra magistral de Bernardo Bertolucci
despliega con todas sus alas un relato sentido, vívido, poético, tristón,
nostálgico y tremendamente depresivo a la vez que bello en imágenes y
sensualidad.
Esta es la historia de un duelo.
¿Cómo se reacciona ante la muerte trágica de un ser querido? De muchas formas y
maneras. Hay una en particular: COMO SE PUEDE. Seguramente aquí debería haber
una explicación más racional y psicológica del tránsito más penoso que se pueda
experimentar en la vida, pero no disponemos de ella y traslucimos sólo lo
irracional y animal.
Eso es lo que le pasa al personaje
de Paul (Marlon Brando). En estas circunstancias conocerá de manera azarosa a
Jeanne (María Schneider) y le “servirá” como catarsis de sus más oscuros
sentimientos y pensamientos.
El relato nos habla del choque
romántico entre dos seres necesitados de cariño y que no encuentran otra manera
de hacerlo sino a través de visitas sexuales esporádicas en un viejo departamento
en alquiler, en donde el mundo queda excluido para beneplácito de ambos y
experimentan algo de satisfacción en medio de tanta angustia. Ella también,
aunque no lo parezca. Su novio no calma sus inquietudes de niña camino a adulta
y su vida transcurre entre demasiados recuerdos de un padre con el que todavía
está procesando su propio duelo. Los dos entonces, transitan ese camino
insoportable hacia la liberación que no llega.
Estos seres arrojados al mundo,
plenamente existencialistas, dotados de una sensibilidad que no se entiende,
con el alma en la mano y el espíritu destrozado, se prodigan mimos al punto de
enamorarse. Ninguno sabe el nombre del otro, y sin embargo se han apegado hasta
la locura, la que se verá reflejada hacia el final.
La película es famosa por su escena
tan polémica de la manteca. ¡Qué lástima que pasó al estrellato esta
insignificante parte de la trama, cuando hay elementos representativos mucho
más importantes que ese! El sentimiento
de soledad absoluta, la incomprensión de un mundo que obliga a comenzar de
nuevo, una y otra vez, el duelo mal llevado, la tristeza infinita.
No sabemos aún si la mejor
interpretación de Marlon Brando (1924- 2004) es la de Apocalypse now (Francis Ford Coppola, EEUU, 1979), la de El Padrino (Francis Ford Coppola, EEUU,
1972) o ésta. En todas es simplemente perfecta. Genial. No hay fisura alguna y
el Paul de Brando es un hombre desilusionado y al que nada le encuentra
sentido. Demasiado ya le ha pasado para que se pueda seguir adelante. Es
sobrecogedora la escena del monólogo, quizás uno de los mejores monólogos de la
historia del cine, y sobrecogedora también toda su actuación desde que se ha
prendido la cámara hasta que se ha apagado. Pareciera incluso que Bertolucci se
inspiró en su propia persona para perfilar a Paul, puesto que es un hombre que ya
está cansado, ha tenido una infancia difícil, ha sido boxeador, actor, luchador,
se ha retirado a Tahití y luego ha ido a parar a París en donde siente que vale
nada. Por otra parte, se ha convertido en un hombre cruel: no tiene la más
remota idea del daño que puede provocar mientras está experimentando su dolor,
sobre todo hacia esa niña- mujer que acaba de conocer y que puede calar hondo
en su interior.
María Schneider (1952- 2011) se ve
joven, bien vestida y por momentos en escenas bien actuadas. Coloca su cuerpo y
de alguna manera su alma. Es una película bien misógina en el sentido de
mostrar al personaje femenino en desnudos totales mientras que en el masculino
sólo se logra ver de lejos una cola a medias. Tal vez algunos dirán que es más
bello el cuerpo femenino y eso hace a la belleza, blah, blah, blah. No nos
convence el argumento. Esta ha sido una visión cosificada. De todas maneras le
sirve al film absolutamente, puesto que la finalidad es mostrar la visión de
Paul, que en esos momentos ve a los seres humanos como cosas.
La dirección de arte es impecable,
con las imágenes más lindas de un París elegante pero ajeno y lejano al
ciudadano. Ni que hablar de la fotografía y las composiciones, que, cual cuadro
minuciosamente pintado, elaboran un panorama melancólico y bucólico al mismo tiempo.
La música merece una importante mención.
El argentino Leandro “Gato” Barbieri (Rosario, 1932) pasó a la historia con esta composición que
merece tenerse en los mp3 o cualquier reproductor para ser escuchada una y otra
vez. Su jazz es ese que arranca el corazón cuando uno escucha su saxo, el que
nos recuerda a Coltrane o Sanders, pero también el que enfila hacia el futuro
con fusiones del jazz típicamente negro (a lo bien New Orleans y que nos gusta
tanto) y el jazz sudamericano. Para hurgar un poco más sobre este artista del
carajo no tienen más que ir a youtube
y encontrarse con este link, entre otros:
Bernardo Bertolucci es un dotado en
su toma y en lograr una atmósfera expresiva. Nació en Parma, Italia, el 16 de
marzo de 1941. Estudiando en la Universidad de Roma se fue perfilando como
poeta, al tiempo que filmaba cortos en 16 mm. con su hermano. Su primera
incursión en el cine profesional fue de la mano del director Pier Paolo
Passolini (1922- 1975) en el film Accatone
(Italia, 1961), una decisiva influencia a la hora de filmar. Un año después se
lanzaría solo en La commare secca. Los
personajes de Bertolucci son complejos, reflexivos, taciturnos y solitarios,
con presiones exógenas que los impulsan a ser más encriptados aún. El manejo de
la profundidad de campo y de composición de la imagen es digno de mención.
Por todo, la película es redondita.
No hay en ella atisbos de error. Merece ser catalogada entre los himnos del
cine. En este caso, un himno al duelo. Aquel que desgarra, mutila y aplasta. No
sin antes permitirse un último deseo. Un último baile en la ciudad de las luces
acompañado de ese impulso que nos da el eros,
y que no es otra cosa que la vida misma.
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