EL
MONTAJISTA
Ensayos y
reflexiones sobre cine
2046
Por María
Julieta Escayola
Desde su traspaso en 1997, China prometió
mantener a Hong Kong con dos sistemas conjuntos, con el mismo modelo político y
económico que venía teniendo y como región administrativa independiente hasta
2047.
Partiendo de esta… ¿premisa? 2046 es el tren hacia los recuerdos, es
una memoria inalterable en donde no hay permiso para el olvido. ¿Es preferible
volver, no haberse ido nunca o no regresar? Lo cierto es que mientras
intentamos descifrar el mensaje “subliminal” del título, nos vamos distrayendo con
la historia (no obstante la lectura política puede llegar a ser fascinante).
Es así que nos dejamos llevar por la
sensualidad y el romanticismo del film. Y decimos romanticismo en el más puro
sentido del término. Amor,
desencuentros, fracasos y sufrimientos.
¿Acaso la atmósfera reflexiva cargada de
sentimiento nostálgico sea tal vez el gancho de esta especial narración? De modo
laberíntico, el guión atrapa y como la escalera de Penrose se eleva al infinito. En este sentido la película podría
catalogarse de cortaziana por su
preocupación sobre el tiempo. Tiempo que se va, tiempo que se fue, tiempo que
no entiende de tiempos.
Preciosista y meticulosa, la presentación describe
un mecanismo de relojería en donde nada está librado al azar. Partiendo de la
leyenda de quien cuenta un secreto al hueco de un árbol y luego le coloca
barro, se inicia esta catarata de confesiones amorosas que no terminan,
convirtiendo al espectador en árbol mismo y receptáculo de verdaderas
intimidades personales.
Las experiencias del protagonista devienen
una y otra vez en sucesos repetidos de desilusiones amorosas. Amores rotos,
como corresponde a todo romántico. Y así el relato coral, transita entre la
historia del periodista Chow Mowan, la de su amiga muerta, las hijas del
posadero, la vecina de cuarto, la misteriosa con su guante negro, la mujer
casada, la simpática androide de efecto retardado (esto nos recuerda que cuando
uno se da cuenta de algo ya es tarde) y el japonés existencialista. Cabe
mencionarse que la vida amorosa del Sr. Chow fue contada anteriormente en las
películas Days of Being Wild (Días
Salvajes, 1991) e In the mood for love
(Con ánimo de amar, 2000) y con esta tercera incursión se arma un potente tríptico
sobre el inquieto personaje.
Los sintagmas están bastante definidos (sobre
todo con referencia a las tristes noches
navideñas), y mientras se desenvuelve la trama en forma de flashback y flashforward combinados
con la historia “escrita”, se permite descansar de cierto vértigo en la
narración a través de los ideogramas chinos que nos introducen en la toma
siguiente.
Durante todo el recorrido de este tren de
emociones, nos encontramos con un show de vívidos colores y un espectáculo
visual maravilloso nos espera para que lo degustemos con los ojos hambrientos
de asombro.
Al director Wong Kar Wai (Shangai, China,
1958- ) le fascina todo lo que tenga que ver con la cámara ralentizada de una
forma sugestiva y muy personal. También le gustan los colores monocromos y
contrastantes, la saturación y la indefinición de imagen pero a la vez la
profundidad de campo en donde hay foco por todas partes. No falta en su
filmografía aquel traje tan oriental de cuello
mao que ensalza la figura femenina y el acompañamiento con una música
claramente occidental como los boleros. Esta fusión la resuelve de una forma
sorprendente. Y es que él mismo pertenece a dos mundos un tanto diferentes y
eso lo convierte en alguien interesante: habiendo nacido en China, comenzó a
vivir desde sus cinco años en Hong Kong. Tarea un tanto complicada, empezando
por el idioma, ya que mientras aprendía en mandarín, en Hong Kong se habla el
cantonés.
Por otra parte es magistral su manejo de las tomas.
Puede realizar un plano detalle de pies o manos mezclados con un plano medio en
donde no se muestra al personaje pero se lo puede identificar claramente.
Asimismo la regla de los tercios es utilizada como si fuera magia.
Su
filmografía no es apta para los amantes de la acción con patadas voladoras y
bombas, y en las que una escena que uno pierda se asemeja a una mancha en el
tigre. Acá hay que estar atentos. Las minucias a que nos expone el guión son el
mayor atractivo. Hay que verla más de una vez, y de paso nos deleitamos más de
una vez.
La dirección de arte es impecable. Debemos
resaltar además, la composición de la imagen, la dirección de fotografía (del
australiano Christopher Doyle, con el que siempre trabaja WKW), la iluminación
surrealista, el vestuario y el maquillaje dignos de ejemplo.
La música elegida y la compuesta son
realmente excepcionales. La ópera
correctamente colocada, como así también la rumba Siboney o el bolero Perfidia,
más que conocidos en la época en que está ambientado el film, los inolvidables
sesenta.
Como dijimos anteriormente, 2046 es un deleite al paladar visual. Desde
su relato nos muestra que todo es cíclico o se diluye en el tiempo (tanto esfuerzo
inútil para que todo quede en nada). “El amor es cuestión de coordinación: es
inútil hallar a la persona adecuada si no es el momento adecuado”, dice Chow. Todos
sufrimos un amor desencontrado o no correspondido. Y en definitiva todo se
reduce a soledades compartidas.
Bueno, al fin de cuentas qué tanta
alharaca, no nos pongamos profundos, es sólo una película. El gran problema es
que está bien hecha y en la penumbra oscura de la proyección corremos el riesgo
que nos refleje nuestra pobre humanidad.
FICHA
TÉCNICA:
Director:
Wong
Kar Wai
Producción: Eric Heumann- Wong Kar Wai- Zhang Yimou
Guión: Wong Kar Wai
Música: Shigeru Umebayashi
Fotografía:
Christopher
Doyle
Protagonistas:
Tony
Leung- Chiu Wai- Gong Li- Faye Wong- Takuya Kimura- Zhang Ziyi- Carina Lau-
Chang Chen- Dong Jie- Maggie Cheung
China-
EEUU- 2004
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