viernes, 5 de diciembre de 2014

Turismo y medio ambiente: Bosques Petrificados de Jaramillo en Santa Cruz


Turismo y medio ambiente

Bosques Petrificados de Jaramillo en Santa Cruz

Por Ignacio Mirchak

    El parque nacional Bosques Petrificados de Jaramillo es un bosque petrificado protegido ubicado al noreste de la provincia de Santa Cruz, en la Patagonia argentina. Anteriormente era monumento natural Bosques Petrificados que se instituyó en 1954 para preservar la integridad de un exponente del proceso de petrificación sobre paleobosques de la Patagonia.

    En diciembre de 2012 se decretó la recategorización de esta área protegida bajo la figura jurídica de parque nacional.

    El acceso al área se encuentra sobre la RN 3, entre las localidades santacruceñas de Jaramillo, al norte, y Puerto San Julián, al sur. A la altura del km 2074 de esta RN 3, nace la RP 49, que tras un recorrido de 50 km llega hasta la Seccional de Guardaparques del parque nacional, donde se encuentra la Sala de Visitantes y el Sendero Paleontológico que se recorre a pie.

    Se ubica al noreste de la provincia de Santa Cruz, en el Departamento Deseado, siendo las poblaciones más cercanas, Jaramillo, y Fitz Roy a 140 km al norte del yacimiento. Hasta hace algunos años abarcaba una extensión de 13. 700 ha. La Administración de Parques Nacionales adquirió dos zonas colindantes al antiguo monumento, gestionándose su inclusión al área protegida, conformando actualmente una unidad de 60.000 ha. Pertenece a la ecorregión estepa patagónica cuyo clima es frío y seco con lluvias invernales inferiores a 400 mm, con fuertes vientos del oeste, veranos secos y heladas durante casi todo el año.

    Hace 150 millones de años, en el período Jurásico medio superior, el área que ocupa este parque presentaba un clima estable con abundante humedad. Se desarrollaban densos bosques con árboles gigantescos, entre los que merecen destacarse antiguos parientes de los pehuenes (araucaria). Al inicio del período Cretácico, erupciones volcánicas, que coincidieron con el inicio del levantamiento de la cordillera, sepultaron con ceniza y lava vastas extensiones del territorio patagónico. Parte de los bosques cubiertos por cenizas fueron sometidos a procesos de petrificación.

    Los alrededores de Puerto Deseado y, en general, la geografía de la Patagonia no fueron siempre como son ahora.

    Hubo un tiempo en que el clima en la región era templado. No existía la cordillera de los Andes, por lo que los vientos humedecidos del océano Pacífico llegaban sin obstáculos a la zona. Bajo estas condiciones, el suelo florecía, poblándose de bosques de coníferas.

    Pero entonces, hace 150 millones de años ocurrió un cambio: comenzaron a soplar fuertes vientos y la actividad volcánica se intensificó. Los árboles no resistieron y se cayeron, cubriéndose de la ceniza volcánica que reinaba. La lluvia de silicio penetró y reemplazó el tejido vegetal por mineral. Y nada volvió a ser igual. La región se convirtió en lo que es hoy: un lugar árido, ventoso y con poca vegetación, casi desértico.

    Sin embargo, de aquellos tiempos quedaron testimonios. El Bosque Petrificado de Jaramillo, en el norte de Santa Cruz y a 256 kilómetros de Puerto Deseado, es uno de ellos. El lugar es, literalmente, un bosque. Sus troncos de piedra están derribados, pero sus raíces están en el mismo lugar en donde transcurrieron sus vidas.

    El sitio es impactante y está considerado uno de los yacimientos fósiles más importantes del país. ¿Por qué? Porque allí se encuentran los árboles petrificados más grandes del mundo: algunos ejemplares llegan a medir 35 metros de longitud (sin contar partes enterradas, ramas menores y copa) y tener hasta 3 metros como diámetro mayor. Hasta el momento de petrificarse contaban con 1.000 años de edad.

    Para preservar este impresionante yacimiento, en 1954 el bosque de Jaramillo fue nombrado Monumento Natural Nacional. En esta extensa área de 10.000 hectáreas no solamente se ven troncos. A pesar de ser un lugar casi desértico (no llueven más de 200 milímetros por año) y luego empalmar con la Ruta Provincial Nº 49.

    Elevaciones de escasa altitud coronada por lava, representan los vestigios de la actividad volcánica de aquel tiempo. Un buen ejemplo de ello es el cerro Madre e Hija, un volcán extinto que se erige como figura destacada en el paisaje que se aprecia desde el yacimiento paleontológico.

    En diciembre de 2012, a través del decreto 2600/2012, se promulgó la ley 26825, que habilita la creación en esta área protegida del parque nacional Bosques Petrificados de Jaramillo.

 

    Hace más de 10 milenios, el área fue asiento de poblaciones de cazadores-recolectores, cuyos testimonios son los diversos y numerosos tipos de asentamientos hallados: “picaderos" o talleres, campamentos base, enterratorios y canteras para la extracción de materias primas. Entre estas últimas, la madera fósil de araucarias de este parque era seleccionada para la fabricación de instrumentos de piedra. Para la economía de estos grupos humanos, la diversidad de microambientes del área –como vegas, lagunas temporarias de baja profundidad, cañadones, alta meseta, pastizales- ofrecía un conjunto de recursos disponibles en espacios accesibles con cortos desplazamientos: agua durante todo el año en los manantiales (pequeños oasis), reparo y leña, buena visibilidad, animales para la cacería tales como el guanaco y el choique o ñandú petiso, y una gran disponibilidad de rocas para la talla de artefactos.


 Tronco petrificado

 

 

    La abundante fauna, protegida de posibles agresiones gracias a la constante vigilancia de los guardaparques, adoptó conductas no evasivas y en las inmediaciones del sendero de las araucarias petrificadas se pueden observar con facilidad pequeñas manadas de guanacos compuestos por un macho con su harem de hembras y sus crías, así como también algunos confiados zorros grises. Los chingolos, las agachonas y los comesebos son algunas de las aves más comunes de observar. También lagartijas de variadas y miméticas tonalidades son frecuentes en el lugar.                              .
    El camino de acceso que media desde la
 RN 3 hasta el área protegida, ofrece la vista del piche patagónico y el ñandú petiso patagónico. Este último es un ave de gran tamaño, plumaje pardo grisáceo salpicado de blanco, con machos polígamos y se encargan de hacer los nidos, incubar los huevos y cuidar los pichones, que suelen ser más de 20. Conviene transitar a baja velocidad para advertir la presencia de esta mimética fauna que pasa inadvertida al ojo inexperto.


Araucaria petrificada

    La flora es rala y achaparrada, adaptada a las rigurosas condiciones ambientales. La vegetación típica de la estepa patagónica adopta formas compactas y semicirculares, como cojines.
Entre una amplia variedad de especies se encuentran miembros de las
 cactáceas de grandes flores anaranjadas hasta varios géneros de asteráceas de colores amarillos y con menos frecuencia blanco-rosados. En los cañadones reparados, crecen arbustos como molles, duraznillos, algarrobos y calafates (ambos con frutos comestibles).


Zorro colorado petrificado


    El aprovisionamiento se ve dificultado ya que las poblaciones más cercanas se encuentran, desde el norte, a 140 km de distancia —Jaramillo y Fitz Roy—, y desde el sur a 90 km —el paraje Tres Cerros—, por lo que es importante abastecerse antes de agua potable, alimentos, y combustible. Es conveniente, además, llevar neumáticos de repuesto en los vehículos y mantener las ruedas bien infladas durante el trayecto para disminuir la posibilidad de pinchaduras e inconvenientes, debido a que el camino es de ripio.

    En el parque no se permite acampar, se puede pernoctar en el camping privado a 20 km del lugar, sobre el camino de acceso. El sendero peatonal recorre 2 km, donde se pueden apreciar grandes ejemplares de araucarias petrificadas. Además, el circuito ofrece la posibilidad de realizar un recorrido corto de fácil tránsito para todo público. Es de acceso gratuito.

    El lugar permanece abierto durante todo el año, siendo el horario de verano de 9 a 20, de octubre a marzo; y en invierno de 10 a 17, de abril a septiembre.

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