viernes, 14 de noviembre de 2014

Ficciones: Todo el tiempo del mundo...


Ficciones

Todo el tiempo del mundo…

Por María Guillermina Volonté

“Todo lo de arriba se corresponde

 admirablemente con lo de abajo.”

Robert Kirk, ms. Dc. 8.116

 

    Thomas Scott se despidió del representante inmobiliario que lo había acompañado, cerró la puerta de su nuevo hogar y se dejó caer sobre el sillón más próximo, observando satisfecho a su alrededor.

    Se sentía como en un sueño cumplido, treinta años viviendo en la inmensa casa paterna con su numerosa familia: padres, seis hermanos mayores, dos abuelas protectoras, tres cuñadas indiscretas y cinco revoltosos sobrinos, había sido demasiado para él.

    Ahora, verse en esa antigua y elegante casa en esa pequeña ciudad de Escocia, próxima a Glasgow, en donde lo esperaba una nueva ocupación en una empresa informática, que se había hecho cargo de la renta, tanto de la casa como del auto estacionado en la acera, era verdaderamente un sueño.

    Se dispuso a acomodar sus pocas pertenencias, pero antes pensó en buscar un lugar seguro donde guardar los ahorros de los últimos años.

    Recorrió toda la casa, apreciando la decoración y las comodidades de la misma, se sentía feliz…

    Dentro del placard de su habitación descubrió un pequeño botón disimulado entre los estantes del mismo.

    La curiosidad lo llevó a pulsarlo y grande fue su sorpresa cuando se abrió un compartimento en cuyo interior había una antigua llave de bronce.

    Más intrigado aún decidió encontrar la cerradura de esa misteriosa llave, así fue como en una esquina de la cocina, no demasiado a la vista de un distraído, encontró una pequeña puerta de madera que respondió perfectamente a la llave insertada en su cerradura. Una larga escalera descendía hacia una enorme habitación con sus paredes cubiertas de estanterías hasta el techo, repletas de libros, otra puerta comunicaba a una recámara y a otras varias habitaciones. Más grande fue todavía su sorpresa al encontrarse con un hermoso jardín donde el intenso perfume de sus flores lo comenzó a embriagar.

 

-        ¡¡Bienvenido a la Comunidad Secreta de Aberfoyle!! - lo recibió sonriente y amablemente un señor de unos 70 años que le extendía alegremente su mano derecha - ¡¡Hace ya treinta años que lo espero!! Ud., como yo, es otro afortunado poseedor de la “segunda visión”, capacidad de percibir a los pequeños seres que habitan esta comunidad subterránea, a quienes los escoceses llaman elfos, faunos, hadas o gnomos.

 

    Thomas estaba tan perplejo que apenas podía articular palabra alguna.

 

-        ¿“Segunda visión”? ¿Elfos? ¿De qué me está hablando? ¿Quién es Ud.?

-        Mi nombre es Walter Briggs y como le comenté, hace treinta años que habito esta comunidad, esperando la llegada de mi sucesor: ¡¡Usted!! No fueron tantos años si los comparamos con los cien que esperó mi antecesor… pero… ¿nunca escuchó hablar del Reverendo Robert Kirk? Fue el primero que, allá por 1692, descubrió este poder que se le concede a un séptimo hijo, como yo o como Ud., de poseer esta superación evolutiva de la vista ordinaria y este don de comunicarse con estos seres. ¡Ya verá lo amables y serviciales que son y las virtudes y capacidades que le transmitirán!

-        ¡¡¡No!!! ¡¡No!! ¡Yo no quiero nada de eso! ¡¡Yo quiero volver a mis tareas informáticas!! - gritaba Thomas, pero a su vez iba notando una falta de capacidad de reacción motora, como si estuviera paralizado.

-        No se preocupe, amigo, ya recuperará la movilidad en cuanto yo me haya ido… Y mientras se alejaba le gritó: Ojalá que el próximo séptimo hijo no tarde demasiado, así podrá volver rápidamente a su famosa informática… a propósito: ¿qué es la informática?...

 
Aberfoyle, 2012

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