miércoles, 26 de noviembre de 2014

Ficciones: Un secreto muy bien guardado


Ficciones

Un secreto muy bien guardado

 

Por María Guillermina Volonté

 

    Llegó con una compañía de teatro vocacional que actuaría en el Cine-Teatro Marconi, con motivo del centenario del pueblo.

    Y no se fue más.

    Decidió quedarse a vivir allí, lugar tranquilo, de agradable clima, de gente amable y por sobre todo que no la conocían, que no podrían juzgarla…

    Comenzó dando clases de teatro en el Club Social y con el paso del tiempo y con la colaboración de sus alumnos creó la “Compañía de Teatro Azulena Bustamante”, que cada seis meses estrenaban una obra, siempre en el Marconi.

    Era buena actriz, los mejores papeles que representaba eran los de mujeres autoritarias, crueles, egoístas y envidiosas. La Bernarda, de “La casa de Bernarda Alba”, le salía de maravilla.

    La gente del pueblo la apreciaba y le respetaba esa hermética actitud de mantenerse alejada, de no incorporarse al corrillo social del lugar, vivía para su arte, sus alumnos, sus obras de teatro.

    No se le conocían amigas y menos amigos, pretendientes o amantes, y eso que con sus 47 años aún era atractiva, con una mirada altiva y desafiante siempre.

    Por eso, sorprendió a todos su suicidio. La noticia se convirtió en el único tema de conversación en los distintos ámbitos del pueblo.

    Al no tener familia todo lo concerniente a su velorio y posterior sepelio corrió por cuenta de sus alumnos.

    Cuando el dueño de la casa que Azulena alquilaba tomó coraje para entrar en ella a ordenarla y dejarla habitable nuevamente, no tuvo más remedio que revisar las pertenencias que allí había dejado la extinta actriz.

    Y así fue como encontró una carta que indudablemente Azulena nunca envió y que comenzaba con un “Mi vida”… y donde confesaba su amor, un amor desdichado, prohibido, inolvidable a pesar de la distancia y del tiempo transcurrido.

    Azulena explicaba en esa póstuma carta que inútiles habían sido sus intentos para olvidar, refugiándose en el teatro y en ese lejano pueblito. Que su amor era más fuerte y que no le quedaba más opción que eliminarlo, eliminándose a sí misma,  terminando la carta con un “de amor también se muere, mi amada Celina”…

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