Ficciones
Es allí donde te revelaste
Por Mabel
Fernández
“Y sólo si se
aparta de sí mismo saltará su propia sombra”
Friederich Nietzche
Podría describir perfectamente
el momento exacto en que te apropiaste de una parte de mí. No creas que por que
haya pasado un largo tiempo de tu intromisión, me acostumbré a tu presencia,
todo lo contrario, como siempre me hacés sentir incómoda y molesta. Te
identifican como el símbolo de la fidelidad y la lealtad… ¿tengo que estar
unida a vos hasta el final? insisto, la tuya fue una decisión unipersonal, yo
no te quiero. En un comienzo pasaba los días tratando de alejarte de mi vista,
sacudía las manos o cerraba los ojos para no verte, pero nunca lo logré, ahora
simplemente me resigno a llevarte a todos lados. Lo que me extrañó siempre es
que los demás no te vean, siendo que te interponés a todo… cuando miro a los
ojos de mi esposo, la sonrisa de mis hijos y la carita de mis nietos, allí
estás.
En los libros te describen
como una tierna criatura de naturaleza reservada y desconfiada, en mi opinión
sos una mancha oscura y movediza, quisiera no haberte conocido tan íntimamente.
La fidelidad es una propiedad esencial del amor, vos a mi pesar, te enamoraste
ciegamente.
Me alentás a que haga una buena
mirada a mi alrededor, no sólo con mis ojos físicos sino más bien con los ojos
del espíritu, con el fin de tener una mejor perspectiva de la vida, en este
punto concordamos, y creo que me he beneficiado.
En estas cuestiones extrañas
es conveniente consultar con especialistas en la materia, por lo que recurrí a
uno que me inspira confianza. Unos días antes de la consulta llegué a la
conclusión que no sabía cómo describirte, ya que si bien siempre estás delante
de mí, tu proximidad es tal, que no me permite ver exactamente tu morfología.
Casi por casualidad encontré la manera de verte con bastante precisión; me
disponía a zambullirme en una pileta de natación, ante mi sorpresa el agua
aclaró mi visión y tu forma amarronada contrastó con el fondo celeste de la
piscina, por primera vez vi tu cabeza de caballo y tu cuerpo espiralado… es
allí donde te me revelaste como un hipocampo.
-Tengo un caballito de mar en
mi ojo derecho- eso es lo que le dije al
oftalmólogo, le describí con detalles la manera abrupta en que apareciste, tus
contorneos en mi cornea y lo pesado que me resulta cargarte todo el día sin
descanso.
-Coloque el mentón acá señora-
me dijo el médico, se sentó enfrentando su ojo con el mío, te encandiló con la
potente luz del oftalmoscopio (mi pobre pececito)… al verte se sonrió
maliciosamente, y me dio la noticia… -en cualquier momento en el otro ojo puede
que aparezca otro-…
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