sábado, 29 de noviembre de 2014

Ficciones: Es allí donde te revelaste


Ficciones

Es allí donde te revelaste

Por Mabel Fernández

“Y sólo si se aparta de sí mismo saltará su propia sombra”

Friederich Nietzche

 

    Podría describir perfectamente el momento exacto en que te apropiaste de una parte de mí. No creas que por que haya pasado un largo tiempo de tu intromisión, me acostumbré a tu presencia, todo lo contrario, como siempre me hacés sentir incómoda y molesta. Te identifican como el símbolo de la fidelidad y la lealtad… ¿tengo que estar unida a vos hasta el final? insisto, la tuya fue una decisión unipersonal, yo no te quiero. En un comienzo pasaba los días tratando de alejarte de mi vista, sacudía las manos o cerraba los ojos para no verte, pero nunca lo logré, ahora simplemente me resigno a llevarte a todos lados. Lo que me extrañó siempre es que los demás no te vean, siendo que te interponés a todo… cuando miro a los ojos de mi esposo, la sonrisa de mis hijos y la carita de mis nietos, allí estás.

    En los libros te describen como una tierna criatura de naturaleza reservada y desconfiada, en mi opinión sos una mancha oscura y movediza, quisiera no haberte conocido tan íntimamente. La fidelidad es una propiedad esencial del amor, vos a mi pesar, te enamoraste ciegamente.

    Me alentás a que haga una buena mirada a mi alrededor, no sólo con mis ojos físicos sino más bien con los ojos del espíritu, con el fin de tener una mejor perspectiva de la vida, en este punto concordamos, y creo que me he beneficiado.

    En estas cuestiones extrañas es conveniente consultar con especialistas en la materia, por lo que recurrí a uno que me inspira confianza. Unos días antes de la consulta llegué a la conclusión que no sabía cómo describirte, ya que si bien siempre estás delante de mí, tu proximidad es tal, que no me permite ver exactamente tu morfología. Casi por casualidad encontré la manera de verte con bastante precisión; me disponía a zambullirme en una pileta de natación, ante mi sorpresa el agua aclaró mi visión y tu forma amarronada contrastó con el fondo celeste de la piscina, por primera vez vi tu cabeza de caballo y tu cuerpo espiralado… es allí donde te me revelaste como un hipocampo.

    -Tengo un caballito de mar en mi ojo derecho-  eso es lo que le dije al oftalmólogo, le describí con detalles la manera abrupta en que apareciste, tus contorneos en mi cornea y lo pesado que me resulta cargarte todo el día sin descanso.

    -Coloque el mentón acá señora- me dijo el médico, se sentó enfrentando su ojo con el mío, te encandiló con la potente luz del oftalmoscopio (mi pobre pececito)… al verte se sonrió maliciosamente, y me dio la noticia… -en cualquier momento en el otro ojo puede que aparezca otro-…

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