Teatro
Pinti recargado
Clases
magistrales. Recargadas no, reflexivas
Por María
Julieta Escayola
Unipersonal de Enrique Pinti- 22 y 23 de
agosto de 2014- Enjoy Casino, 22 horas- Mendoza, Argentina.-
Los excesos de Enrique Pinti arriba del escenario se traducen
nada más ni nada menos que sabiduría y exhortación a la reflexión. Detrás de
las risas a granel que nos ha provocado por generaciones, se esconde una ácida
visión de la Argentina política, social, cultural y hasta familiar.
Lo consideramos uno de los mejores historiadores del país hace
ya tiempo. Desde sus monólogos en que hablaba de nuestro origen, aquel que nos
dice que venimos de los barcos y que por esa razón el crisol de razas hizo que
seamos “lindos” con culos rosados y ojos violetas. Lo adoramos. La afirmación
tan ocurrente ya no la utiliza para su espectáculo, sino que ahora lo
actualiza, y se agradece. Eso habla de él como un artista serio, comprometido,
que ha preparado su función con responsabilidad y que no subestima al público. Ha
tenido la inteligencia de adaptar la obra para el interior sin minimizar la
seriedad que eso implica.
El actor deja huellas con su propia visión de la Historia argentina
y de cómo se fueron dando los acontecimientos a lo largo de los gobiernos argentinos.
Irónico y con remates oportunos, su hábitat natural está arriba del escenario y
maneja sin dificultad la hora y media que él, y sólo él carga a sus espaldas. Es
digna de mención la energía descomunal que deja (y siempre dejó) en las tablas.
Prácticamente no hay escenografía. Sólo se ha dispuesto una
mesa, atrás una silla en que a veces se sienta, una jarra, un vaso de agua y un
par de papeles que le ayudan en algunas partes. Eso es todo.
La iluminación tampoco es gran cosa y él mismo ordena en escena en
qué momentos claves debe aumentarse, como cuando lee el juramente que hacen los
políticos o una traducción de Quevedo realmente hilarante.
En algunos tramos nos reímos con ganas. En otros un poco menos.
Y definitivamente en algunos específicos nos reímos para no llorar. La
reflexión a la que nos lleva permite extraer un poco de tristeza en medio de la
comedia. Pero justamente es en eso en que radica su genialidad.
Además de la clase de Historia nos da una de Teatro. Desde los
griegos, creadores del Teatro occidental, las tramas son Tragedias que nos
permiten filosofar y arribar temas como la Muerte, la Justicia o la Tristeza;
como también son comedias para descomprimir en un lenguaje más coloquial,
zarpado si se quiere, pero no menos brillante y sagaz. Ese es el teatro que
Pinti anhela. Las dos caras presentes. Y eso lo que nos brinda.
También nos da una clase sobre su vida. Nos comenta sus
comienzos en el off y de cómo siguió
hasta el estrellato al punto de transformarse en un ícono argentino del café
concert, hoy mezclado con el stand up.
Pero que no es otra cosa que el monólogo, y es en este punto que debemos hacer
una salvedad. Decimos monólogo porque es más propio de la revista, aquella típica
que nace, crece y se reproduce a orillas del Río de la Plata (de todas maneras
no deja de existir en otras latitudes) y que está emparentada con la crítica mordaz,
aguda. El stand up tiene raíces
norteamericanas y sus remates simpáticos son más naif.
Enrique Alejandro Pinti trabajó y estudió a la vez en el Nuevo
Teatro, compañía independiente creada por Alejandra Boero y Pedro Asquini en
1949. Allí comenzó a protagonizar obras
como también escribió y dirigió, incluso espectáculos infantiles. Más tarde
participó en cine y comenzó a crear libretos para programas de televisión (como
La Botica del Ángel, conducido por
Eduardo Bergara Leumann).
A partir de 1973 comenzó a dedicarse a los shows unipersonales,
entre otros: Historias recogidas
(1973 a 1975), Historias recogidas II
(1978 a 1979), El show de Enrique Pinti
(1980 a 1981) y Vote Pinti (1983).
En 1984 se estrenó Salsa
criolla, catalogada como saga
histórico- musical que recorre la Historia desde el descubrimiento de
América hasta esos días. La obra se transformó en un verdadero emblema del porteñismo y se convirtió en éxito
premiado para el teatro y para su propia carrera.
Artista polifacético, siguió escribiendo, colaboró en revistas (Caras y caretas- 1980), actuó en cine y
TV y grabó videos (Salsa criolla-
1994) y discos (incluido su hit Quedan los
artistas-1991).
Como actor, un tanto subestimado, ha participado en verdaderas
joyitas del cine como Esperando la
carroza (de Alejandro Doria, Argentina, 1985), en que interpreta al entrañable
personaje de Felipe, aquel borracho que promete no tomar más cuando ve a la
muerta viva. ¡Cómo no recordarlo en esa cinta! ¡Faa!
Columnista de radio (Magdalena
tempranísimo- radio Continental), humorista, cantante improvisado, intérprete
de comedias musicales (Los productores-
2005), Pinti es excesivo, intenso, talentoso. Se ha caracterizado por su forma
de expresión, desenfadada y sincera; su ritmo vertiginoso y su rapidez para
ponerle nombre sencillo a las cosas que parecen híper complicadas.
En 2011 estuvo en el Teatro San Martín con El burgués gentilhombre de Moliere. Y con esto claramente se
comprueba que Pinti puede hacer lo que se le venga en gana porque es claramente
un Actor de raza. Su café concert no es vulgar y soez porque lejos está de
serlo. Pinti puede lograr precisamente esta versatilidad por la simple razón
que no es un pseudo intelectual. Porque no hay ningún tipo de superficialidad
en lo que hace.
A punto de cumplir 75 años (nació el 7 de octubre de 1939) en
estos días se lo puede ver como jurado en el programa de televisión Tu cara me suena.
Aquí en Recargado (y
lamentamos que hayan puesto ese título tan trillado y poco creativo porque no
hace gala de la función que posteriormente vimos) el showman nos regala una visión realista y tierna de la adultez. Nos advierte
sobre los efectos colaterales de la tercera edad, pero a la vez la riqueza que
encierra llegar hasta ese punto del camino. Obviamente, llegar como él, con una
lucidez en sus apreciaciones que son de excepción.
Y por supuesto que no deja de putear como sólo él sabe putear.
No cualquiera puede decir pelotudo con el mismo significado y en la forma justa
y precisa con que él lo hace. Como decía Fontanarrosa, la clave está en la T. Y
Pinti es un verdadero maestro a la hora de hacer hincapié en la T.
Finalmente, nos da una clase familiar. Es lo más lindo. Cuando
nos cuenta una anécdota de su infancia que nos explica por qué razón siempre,
SIEMPRE hay que priorizar la familia antes que la política. Que lo que separa a
las amistades y a la parentela es muchas veces lo ruin que puede llegar a significar
en muchos aspectos la política. Nada tan cierto como eso.
Por
todo lo expuesto, podemos decir que Pinti es un emblema. Nos da una clase
magistral. No recargada, ni soez, ni vulgar, sino reflexiva. Sigue dando que
hablar al tiempo que no deja de ser creativo.
Pinti
ya es un monumento más a la cosmogonía de Buenos Aires.
Muy buen semblante de un gran artista.
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